Por Moises Banguera Pinillo
Por estos días, que la Industria de Licores del Valle, está en boca de todos los estadios de opinión y de muchos servidores públicos, que de alguna manera poseen un elemental conocimiento de ella o, por la posición que ostentan quieren dar explicaciones del estado en que se encuentra o de las formulas para su mejoría.
En primera medida tengo que afirmar que el tema de los licores y fundamentalmente el ejercicio del monopolio del mismo, se ha profundizado muy poco en Colombia y, el propio estado no ha desarrollado leyes ni estudios amplios para que los entes territoriales puedan explotar al máximo las ventajas del monopolio.
Remontándonos a la época de la puesta en marcha de la Destilería de Alcohol, llamada San Martín, negocio que nació muerto, debido a la politiquería y complot formado entre el Sindicato y la Administración, que antes que emprender un negocio rentable, la convirtieron en fuente de mejoras salariales y, de promedios altos para mejorar pensiones. Sus pérdidas siempre estuvieron camufladas con las grandes utilidades del negocio de licor y, su proceso de producción en las tres variables de los costos (mano de obra directa, CIF y materia prima) fue significativamente mayor a los costos de producción de los países vecinos.
Con la entrega de la Comercialización de los productos a un privado en el año 1996, si bien, se mejoro en el control de las perdidas reiterativas de inventarios, la empresa confundió la función de un aliado para comercializar el producto y, de manera deliberada y perezosa entrego totalmente la creatividad, el control y el empuje del mercadeo al comercializador, hecho que redujo las ventas de 18 millones de botellas en 1996 a 8.9 millones en el 2005.
Contrariando todas las técnicas de inversión en una empresa, entre los años 2002 y 2003 se construyeron las instalaciones de Palmaseca, cuya inversión superó los $ 24.000 millones, financiándolas con el superávit acumulado de caja de los años 2001 y 2002 y con proveedores a plazo de 30 y 60 días. Esta mala decisión llevo a la empresa a quedarse sin flujo de caja. Hecho que trajo como consecuencia la perdida de las instalaciones de la carrera primera por mora en los pagos de la participación al Departamento ($8.000 millones) unido a otras negligencias como la falta de priorización de los pagos y de una buena defensa en el proceso coactivo.
Por desconocimiento del mercado y de las obligaciones contractuales, en el año 2005 apresuradamente la empresa caduco el contrato con Dimerco. Situación que tiene en curso una demanda cuyas pretensiones ascienden a $ 25.000 millones, además, trajo consecuencias como la acumulación de cartera de difícil cobro por más de $ 12.000 millones, perdida del mercado etc.
La cadena de errores de varias administraciones, dejo la empresa al borde de la liquidación en el año 2006. Para equilibrar los ingresos con los gastos se tomaron decisiones como la de reducir la planta de personal, cerrar el negocio del alcohol, realizar un plan de desempeño con Infivalle y contratar nuevamente un solo distribuidor para el Valle del Cauca. Estas medidas fueron acompañadas con la penetración del aguardiente blanco sin azúcar, incremento de la inversión en publicidad a través de la estrategia de fidelizar a los clientes con productos etc.
Por arrebato de gobernante sin experiencia en estos temas, el señor Gobernador de entonces le quiso pegar la estocada final a la ILV, cuando descabezo la estrategia que permitió recuperar el mercado del norte del Valle y atraer a la totalidad del canal mayorista que se identificaran con nuestros productos. Descabezamiento que se podía haber evitado controlando y reduciendo la entrega de productos antes que satanizar el buen nombre de la empresa a nivel nacional y local.
Ante la reducción del mercado de aguardiente y el escarnio público que ha perseguido a la empresa en los últimos años. La ILV ha sacrificado su estabilidad financiera y económica por cumplir con el compromiso de transferir los recursos a la Gobernación. Quiere decir, que la baja en el mercado, no ha incidido en la reducción de los recursos al Departamento, siendo este una participación que depende del consumo. La empresa ha presionado al comercializador y a los canales a que acumulen grandes cantidades de inventarios y en consecuencia un enorme capital de trabajo con el objeto de cumplir con la meta contractual, causando una diferencia de 3.000.000 de botellas en los años 2010 y 2011, entre lo que se factura y la venta real.
Los 3.000.000 de botellas acumuladas en inventarios se encuentran en cualquiera de las fases que recorre el producto entre la entrega en fabrica por la ILV hasta el momento que llega al consumidor final. Significa que hay una inversión aproximada de $ 62.000 millones, más los recurso que se encuentran en cuentas por cobrar, mas los inventarios de la ILV, podemos concluir que los activos corrientes de la cadena pueden fácilmente superar los $ 100.000 millones. Si a estos recursos le sumamos los dineros que mueve la cuota del año ($ 237.000 millones) podemos estar hablando de una necesidad de fondos de $ 337.000 millones para financiar el negocio.
Si, la crisis o el borde de la quiebra en el 2006, se dio por las perdidas consecutivas, sino se toman los correctivos esta vez, su germen será la excesiva necesidad de fondo como resultado de la brecha entre activos corrientes operativos y pasivos corrientes operativos, que puede hacer inviable el negocio por la alta financiación de las necesidades de fondo de la cadena, por el estancamiento de los pagos o, por la imposibilidad de cubrir las obligaciones tributarias.
Aun que muchos por ignorancia se atreven a decir, que al Departamento le va mejor abriendo fronteras y sin la existencia de la ILV. Con respeto puedo decir que en manos de un privado las transferencias al Departamento se reducen al 60% anual, por efecto de la elusión o evasión y el contrabando. Igualmente, se reducen los gravámenes indirectos por desaparición del sujeto pasivo. También olvidan los que piensan así, que desaparecer la empresa es tirar por la borda el activo más preciado de la misma, es decir, el valor de su marca y de sus flujos futuros. Que en valor presente se estiman en $ 190.000 millones
Por todas las razones explicadas, con el conocimiento claro que me lloverán rayos y sentencias, pero pesa más en mí, el deber y la obligación de propender por la estabilidad y desarrollo sostenible de la empresa, la cual si bien, tiene viabilidad financiera, puede sufrir el efecto dómino del negocio. Es urgente e imperativo tomar decisiones que permitan estabilizar el negocio en esta vigencia y, a partir de la próxima vigencia comprometer cuotas de acuerdo al mercado real, con inventarios sostenibles, teniendo en cuenta la penetración del ron marques. Esta medida se puede tomar este año, ya que el Departamento tiene proyectado subir de categoría el año entrante y para ese entonces no habrá disculpas.