Por Fabio Rodríguez González
Economista Industrial Univalle, Post grado en Administración U. V., U. Texas A y M: D.E.D. (Doctor en Enviromental Design), Director General de Intra, Presidente Cámara de Comercio de Cali, Presidente de Confecámaras.
Hoy vivimos tiempos de incertidumbre que se manifiestan en muchos aspectos de la vida social. Esto se evidencia en los frecuentes paros y reclamos de muchas gentes que no ven un panorama claro dentro de las políticas gubernamentales orientadas al logro de bienestar para nuestras comunidades. Y el hecho es que muy a pesar de que cada día adquiere fuerza la idea de que la integración social es elemento imprescindible para el crecimiento económico, en la mayor parte de nuestros países existe actualmente diversas fuentes de tensión social y política, entre las cuales se destaca la excesiva concentración de los ingresos y la creciente expansión de los segmentos sociales excluidos.
El orden de una nación está en relación directa con la satisfacción de las necesidades sociales
El hecho es que el crecimiento económico por el crecimiento mismo se traduce en progreso sin equidad social. El desarrollo social entonces, es lo que justifica el desarrollo económico, lo que le da equilibrio a las comunidades. Cuando se impulsa el crecimiento económico sin beneficio social se obtiene la modernización pero no el verdadero desarrollo, por lo menos no el desarrollo al cual todos aspiramos.
La auténtica medida del orden de una nación está en relación directa con la satisfacción de las necesidades sociales. Si un país no logra conseguir esta meta será una nación subdesarrollada en sí misma y su tránsito político tenderá más hacia la tiranía que hacia la Democracia. Sobre estas reflexiones se fundamenta a mi juicio, la justificación de que el éxito de la actividad empresarial está íntimamente relacionado con la dimensión que logre en la satisfacción de las necesidades sociales. Hace muchos años ya, escuchábamos los que por esa época éramos estudiantes de Economía en la Universidad del Valle – las sabias palabras de don Manuel Carvajal – uno de los pioneros de Carvajal y Cia. Decía Don Manuel “no puede existir una empresa sana en una comunidad enferma”. Sabias palabras que quizá dichas de otra manera, expresaban que es deber nuestro, es un imperativo, hacer coincidir la necesidad del desarrollo en que todos creemos, con el desarrollo de esas necesidades.
Vale decir con lo anterior que la empresa en que creemos, por la que propugnamos, debe estar vinculada por su misma naturaleza a la satisfacción de las necesidades básicas de la sociedad ya que ella es el lugar en que la única necesidad básica activa – el empleo – encuentra la posibilidad de activarse.
Darle empleo al trabajo es entonces la mayor contribución que hace la empresa privada a la justicia social
Alimento, salud, vivienda, educación, son necesidades que a pesar de su importancia son pasivas. Y en cambio, es el empleo la necesidad activa que al encontrar campo propicio logra poner en marcha por sí misma la satisfacción de las otras. En consecuencia de lo anterior, darle empleo al trabajo es entonces la mayor contribución que hace la empresa privada a la justicia social y ella es la razón por la cual es urgente rescatar y promover la iniciativa empresarial. Pero insisto, con un gran contenido social.
El llamado desarrollo “a cualquier precio” puede inaugurar la subversión de la pobreza que definitivamente se manifiesta en paros permanentes y de la que todos somos conscientes por cuanto conocemos ejemplos muy recientes al respecto. Todos sabemos que quien es pobre hoy lo es en mayor proporción que en épocas anteriores y lo que es más grave aún, es que la distancia entre poseedores y desposeídos se ha agrandado de la misma manera como se han ido reduciendo las posibilidades y oportunidades para superar el cerco y las barreras que ha levantado la miseria. Vivimos en épocas en que la aglomeración urbana, los modelos de la civilización industrial, la globalización de la economía – léase los TLC -, la tecnología de punta,la liberación de mercados entre otros fenómenos, han hecho y están haciendo variar significativamente la naturaleza espiritual y cultural de nuestras gentes. El significado de vivir perdió para muchos su valor por escasez y para otros por exceso.
Mucha de la inseguridad que se vive, surge de la falta de oportunidades sobre todo en nuestros jóvenes
Ahora que en ciudades como Cali estamos viviendo una racha de violencia, debo decir que son plausibles las gestiones que emprenden las autoridades gubernamentales tales como el desarme y otras similares con el fin de contrarrestar este fenómeno. Pero bien se haría en entender que mucha de la inseguridad que se vive, surge de la falta de oportunidades sobre todo en nuestros jóvenes, la mayoría de ellos fruto de padres irresponsables que pululan en los barrios de nuestra querida ciudad sin encontrar rumbo cierto ni posibilidades de ocupación.
Bien haríamos en aplicarnos a ejercer una verdadera solidaridad, que entre otras, no implica como piensan muchos, “regalar cosas”, o lo que es lo mismo “ejercer y aplicar la excelente virtud de la “Caridad”. No. Lo que se requiere a mi juicio es saber, que quien es verdaderamente solidario, ha de entender que su tarea está orientada a que ese hombre – que requiere ayuda- crezca porque él y yo estamos unidos al mismo destino. No es tiempo de asistencialismo ni de paternalismos pasivos, es si tiempo de la “ayuda para la autoayuda”. Es tiempo de emprender acciones que reanimen y orienten la economía a fin de que la gente encuentre oportunidades de salir adelante con su propio esfuerzo.
No es tiempo de asistencialismo ni de paternalismos pasivos, es si tiempo de la “ayuda para la autoayuda”.
El hecho es que el futuro no nos puede seguir sorprendiendo con este vergonzoso catalogo de carencias que constituyen los cinturones urbanos de la miseria, la degradante situación de la salubridad pública, los índices de mortalidad infantil, el clamoroso reclamo de los desnutridos, el analfabetismo y el desempleo y con la INSEGURIDAD que todo ello despierta no podemos seguir asomándonos al futuro con los campos vacios por una degradada producción agrícola y sin haber colocado todos los medios y hecho todos los esfuerzos para que por lo menos todo colombiano pueda subsistir. Hay que devolver a la vida la dignidad de vivirla y hacer que el precio de vivir pueda ser satisfecho por todos los que hoy, ante la imposibilidad de pagarlo, acumulan el déficit de la desesperanza.