Vida Nueva
Por Héctor De Los Ríos L.
San Lucas 23, 35-43
En diálogo con el rey de misericordia
“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”
Concluyamos este año litúrgico, en el cual nos ha acompañado el evangelista Lucas, con esta bella oración de san Juan Eudes, en la cual declaramos a Jesús el “Rey” de nuestras vidas: “Señor Jesús, que seas todo en la tierra
como lo eres todo en el cielo. Que lo seas todo en todas las cosas.
Vive y reina en nosotros en forma total y absoluta, para que podamos decir siempre: ¡Jesús es todo en todas las cosas! ¡Queremos Señor Jesús que vivas y reines sobre nosotros! Dios de poder y de misericordia, quebranta en nosotros cuanto a ti se opone. Y con la fuerza de tu brazo toma posesión de nuestros corazones y nuestros cuerpos, para que empieces en ellos el Reino de tu amor. Amén”.
(San Juan Eudes)
Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.» Y también los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y y le «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»
Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.» «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»”
Sobre la cumbre de la pequeña elevación en las afueras de la ciudad de Jerusalén está Jesús crucificado. No con corona de perlas y oro, no con poderoso bastón de mando, tampoco con refinada corte a su servicio, pero desde allí humillado, sufriente y encarnizado reina al servicio de la vida del hombre por quien se había encarnado. Contemplando al rey crucificado culminamos en este domingo el año litúrgico en que nos ha acompañado de manera especial Lucas, el evangelista de la ternura de Dios, de la misericordia, de la fuerza del Espíritu y de la evangelización de los pobres y marginados, de la mujer y de los paganos; y también el evangelista de María.
El último cuadro, con el cual cerramos este año de “lectio divina” dominical lucana, es una grandiosa escena de misericordia en el momento cumbre de la vida terrena de Jesús: allí se nos enseña de qué manera Jesús es Rey y cómo su reinado es coherente con su anuncio continuo de la misericordia.
El Jesús que Lucas nos ha presentado, desde el pesebre hasta el Calvario, comola manifestación y la ilustración perfecta de la bondad y de la misericordia de Dios, no se desmiente a la hora de cruz. Justo en esa hora, el “amigo de publicanos y pecadores” sigue siendo leal a su proyecto al acoger al criminal que comparte su cruel destino, dándoles así a sus discípulos la última y sublime lección que nunca podrán olvidar.
Contemplar al crucificado;. De brazos abiertos y manos clavadas en la Cruz, en el montículo llamado “Calvario”, Jesús aparece lo suficientemente expuesto como para ser visto por una amplia multitud.
Se le ve rodeado por dos criminales, realizándose así la profecía isaiánica del “siervo sufriente” que dice: “ha sido contado entre los malhechores”. Estos criminales eran probablemente sediciosos fanáticos del partido Zelota, adversarios políticos del imperio romano, como Barrabás, de quien se había dicho que “había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato” Quizás no sean simplemente “ladrones”, como nos hemos habituado a llamarlos, sino delincuentes de peligrosidad confirmada.
Frente al crucificado y su macabra corte, nos dice el evangelista que “estaba el pueblo • El “estar” connota en este texto “permanencia”: el tiempo suficiente para ver todo lo que le sucede al crucificado.
Veamos en el texto cómo enfrentan a Jesús tres tipos de personas, de mayor a menor: Los magistrados, Los soldados romanos. Uno de los malhechores colgados junto a él. Poco a poco se va viendo a un Jesús cada vez más degradado. Por otra parte uno de los términos clave de este evangelio sale a relucir en el escenario siendo echado en cara a Jesús. Se trata del verbo “salvar”: “Que se salve a sí mismo”. “¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!”.
Estos gritos a Jesús están asociados a la identidad que le reconocen: Los magistrados: “el Cristo de Dios, el Elegido”, Los soldados: “el Rey de los judíos”, El primer criminal: “el Cristo” . El segundo criminal: “Rey” (se dice de forma implícita en la frase: “cuando vengas con… Puede verse una alternancia entre los títulos “Cristo” y “Rey”: el mesianismo de Jesús se verifica en la realización de su predicación del Reino. Las solicitudes que le hacen en Jesús tienen que ver con la identidad que ha revelado e intentan poner a prueba su predicación sobre la salvación pronta del hombre sufriente.
Mientras esto va sucediendo, el pueblo sigue “contemplando” la escena. Vamos también nosotros los lectores a contemplarla, siguiendo paso a paso sus dos momentos: Las afrentas de los magistrados, los soldados y el criminal. La réplica del otro criminal a su compañero. El breve diálogo entre los dos crucificados: el criminal y Jesús.
Los Antiguos en la coronación de un rey, sus cortesanos desfilaban solemnemente frente a su nuevo soberano para expresarle su reconocimiento de súbditos, exaltar sus virtudes y felicitarlo. Paradójicamente en el caso de Jesús nos encontramos con una escena que representa el polo opuesto. Primera afrenta “Los magistrados hacían muecas diciendo: ‘A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido’”.