Por Humberto Giratá
Durante el siglo pasado el sector empresarial más importante de Colombia fue el cafetero. Este gremio se convirtió un modelo exitoso, mediante cooperativas de caficultores en la cadena productiva –Insumos, créditos, producción, control de calidad- y una firme presencia de sus comercializadores, en el mercado nacional y especialmente, en los mercados internacionales, construyendo la imagen del mejor café del mundo apoyados con la presencia institucional de Juan Valdés.
Su vigorosa economía en vastos municipios del país se reflejó en la parte social, construyendo escuelas, centros de salud, carreteras, centros de acopio, llevando empleo y bienestar, de manera coordinada con el Estado Colombiano.
Pero desde la década del 90, este sector fue perdiendo importancia por razones internas, como la plaga de la roya y la broca, que atacaron las plantaciones del grano reduciendo la producción nacional de una parte, y externas como la presencia de nuevos actores en el mercado mundial y la devaluación del dólar, de otra.
La solución planteada fue la diversificación de la producción de nueva variedades de granos, sin embargo, en el Borrador de Economía número 710 del Banco de la República de 2012 concluyó que el sector cafetero carecía de flexibilidad, al excluir "la siembra de otras variedades como el robusta, a pesar de que tienen un futuro promisorio en la zona oriental".
Estas reflexiones surgen al iniciarse esta semana, el 79 Congreso Nacional Cafetero y cuando hay una comisión de expertos que trata de resolver, entre otros temas, si el país debe producir otros tipos de café. No obstante, no es el momento si se deben sembrar variedades robustas o arábigas en tierras planas en la Orinoquía, sino qué le conviene a los caficultores en las zonas donde viven, donde no hay mucha diferencia en términos de competitividad de costos entre robustas y arábigas".
Estas fueron las razones de los caficultores tradicionales para adelantar un paro nacional, originados por la angustia de un margen de comercialización negativo, previéndose escenarios futuros negativos en el campo. Los paros mostraron la realidad al país y por tanto, la población urbana y el gobierno volvieron a ver al sector como estratégico y vital para la paz y para que la gente salga de la pobreza y el olvido.
La suma de 385 mil pesos similar al de hace 8 años no compensa los costos. Es peor que estar desempleado porque significa que tiene una pérdida mensual que obliga a consumir los ahorros. La realidad es que la devaluación ha sido una enfermedad mortal; se estima que en los últimos 10 años le ha restado ingresos al sector de unos 12 billones de pesos".
La baja productividad es el mayor problema de la caficultura. Mientras en el país la productividad promedio oscila entre 6 y 9 cargas por hectárea, en Brasil es de 25 y en Costa Rica, 14. el precio internacional del grano se ha convertido en el gran “dolor de cabeza” de los cafeteros. De hecho, actualmente es el más deprimido de los últimos cinco años ($422.500 por carga de 125 kilos), debe el gobierno trabajar en esquemas de estabilización de precios para que estos no generen traumatismo en los productores por su alta volatilidad. La falta de innovación para entrar a nuevos mercados es el gran vacío del sector, hay un rezago en materia de comercialización y estimular a los cultivadores para que entren a mercados con valor o a eslabones más avanzados de la cadena.
La recuperación de la producción cafetera es evidente y se muestra un buen camino para alcanzar la meta de 10 millones de sacos, pero los precios preocupan. Precisemos que el paro cedió cuando el gobierno nacional ofreció subsidios monetarios a las cargas de café producidas y vendidas, lo cual sumado al futuro Pacto Nacional Agropecuario le debe otorgar más estabilidad al Caficultor tradicional.