Cargar las palmas y la cruz: Estar con él donde él está por míSan Mateo 21,1-11Por Héctor De los Ríos L. “¡Oh Cristo, Hijo de Dios, si no quisieses no padecerías! ¡Muéstranos el fruto de tu Pasión!” Agustín)El sentido de una procesión que empieza con los vivas de las palmas y termina con el silencio ante la Cruz Entramos este domingo en la Semana Santa, la cual tiene como momento cumbre la celebración del Triduo Pascual, entre el jueves y el domingo próximo. Desde este domingo colocamos nuestra mirada en la totalidad del Misterio Pascual: pasando por la contemplación de sus dolores y su muerte llegamos a la proclamación de la Victoria de la Vida en la entrega total de Jesús de Nazaret. El domingo de Ramos hace el camino a la inversa: comenzamos por la proclamación jubilosa de Jesús “Rey humilde” y nos vamos sumergiendo poco a poco en el silencio contemplativo del acontecimiento de la Cruz, de donde surge verdaderamente el canto pascual de la victoria. Una maravillosa síntesis de alegría y duelo, de amor y de rechazo, de vivas y de silencio, de palmas de victoria y de cruz de humillación, nos convoca en este día y nos sitúa correctamente de cara a la fuente de nuestra salvación.El obispo san Andrés de Creta convocaba a las comunidades para la Semana Santa con estas palabras:“Venid, subamos juntos al monte de los Olivos y salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy desde Betania, y que se encamina por su propia voluntad hacia aquella venerable y bienaventurada pasión, para llevar a término el misterio de nuestra salvación” (De la Disertación 9).Una gran revelación nos aguarda. Por nuestra parte, se espera que estemos a la altura de los acontecimientos. Que no los dejemos “pasar” desapercibidos, sino que hagan “paso” (=pascua) liberador por nuestras vidas, sumergiéndonos en el torrente de vida y de gracia que proviene de la Cruz y de la Resurrección. Decía este mismo Padre de la Iglesia:“Imitemos a los que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo… sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener” .La procesión de ramos es, entonces, un gesto por medio del cual, quienes lo realizan, expresan su decisión de iniciar un camino. La escena no tiene finalidad en sí misma, ante todo recibe su significado del conjunto de eventos que vienen enseguida y que culminan con la muerte y resurrección de Jesús.Por tanto, comenzar la Semana Santa recordando la entrada de Jesús a Jerusalén quiere decir ante todo: ¡Deja entrar su misterio en tu vida!Acompañar a Jesús hasta la Cruz: el itinerario de la Pasión en Mateo 27, 11-54Después que realizamos la procesión de ramos, la liturgia nos proclama el relato de la Pasión según san Mateo. La procesión inicial se prolonga entonces en un nuevo itinerario más profundo: ¡Jesús reina verdaderamente en la Cruz! Detrás de todo se plantea una pregunta que es al mismo tiempo una invitación: “¿Quieres ponerte en camino de una vida nueva, entrando con Jesús a Jerusalén y siguiéndolo hasta el Calvario?”, o mejor, “¿Quieres ver dónde hasta dónde es capaz de ir tu Dios por amor a ti?”, “¿Quieres acompañarlo para estar con Él donde Él está por ti?”. Sólo así alcanzaremos la verdadera alegría de la Pascua.Con este espíritu somos invitados a seguir atentamente el camino de la Pasión de Jesús.