Lavatorio de los pies: el camino de la comunión con JesúsVida NuevaResplandorPor Héctor De los Ríos L.Jueves Santo Cena del Señor San Juan 13, 1-15 “Los amó hasta el extremo” Con la celebración vespertina llamada “Misa en la Cena del Señor”, evocamos y hacemos presente la última cena de Jesús con sus discípulos antes de su Pasión. Así entramos en el corazón del año litúrgico, que es el gran Triduo Pascual.Precisamente el triduo pascual se coloca en el centro del año litúrgico por su función de “memorial” de los eventos que caracterizan la Pascua “cristiana”. Como la comunidad de Israel, también la Iglesia mantiene viva la memoria de la misericordia de Dios que “pasa” continuamente por su historia y refunda su existencia como “pueblo de Dios” con base en esta perenne voluntad de reconciliación.El centro de este “memorial” es el Misterio Pascual, la muerte y resurrección de Jesús. En la muerte de Jesús, Dios ha asumido la naturaleza humana hasta la muerte, “hasta la muerte de Cruz” (Filipenses 2,8). A través de ella, Jesús “se convirtió en causa de salvación eterna para todos aquellos que le obedecen” (Hebreos 5,9; idea importante del Viernes Santo). De hecho, la cruz de Jesús no se puede separar de la resurrección, fundamento de nuestra esperanza. Y este es nuestro futuro: “Sepultados… en su muerte, para que también nosotros vivamos una vida nueva” (Romanos 6,4; idea central de la Vigilia Pascual).Todo esto se recoge en la gran Eucaristía que se celebra entre el Jueves Santo y el Domingo de Pascua. El Jueves hacemos “memoria” de aquella primera Eucaristía que Jesús celebró y al mismo tiempo la actualizamos como recuerdo del pasado, como presencia en el hoy de nuestras comunidades, al mismo tiempo de esperanza y profecía para el futuro.El cuerpo y la sangre eucarísticos de Jesús nos aseguran su presencia a lo largo de la historia. Es Jesús mismo quien establece de manera concreta, en la Eucaristía, la permanencia visible y misteriosa de su muerte en la Cruz por nosotros, de su supremo amor por la humanidad, de su venida continua dentro de nosotros para salvarnos y santificarnos. Es así como en cada celebración su corazón, traspasado por la lanza, sea abre para derramar el Espíritu Santo sobre la Iglesia y el mundo.Para profundizar en esto, se nos propone leer hoy el relato del “lavatorio de los pies” (Juan 13,1-15). Notemos que en la última cena, el evangelista Juan no habla de la institución de la Eucaristía (que se encuentra ampliamente tratada en el discurso del “Pan de Vida” en San Juan 6). Juan prefiere colocar aquí un gesto que indica el significado último de la Eucaristía, como acto de amor extremo de Jesús por los suyos, manifestación de un servicio pleno hacia los discípulos.La hora del amor supremo La última parte del evangelio de Juan (13-21) se abre con una introducción solemne: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.El evangelista Juan nos ayuda a recorrer atentamente el último día de Jesús con sus discípulos. Así nos hace comprender que efectivamente ha llegado la “hora” tan esperada por Jesús, la “hora” ardientemente deseada, cuidadosamente preparada, frecuentemente anunciada. Es la “hora” en que manifiesta su amor infinito entregándose a quien lo traiciona, en el don supremo de su libertad.El gesto simbólico del lavatorio de los pies muestra la significación de la entrega de su vida y el valor ejemplar que ésta tiene para todo discípulo.El lavatorio de los piesEl episodio del lavatorio de los pies es un “signo” que revela un misterio mucho más grande que lo que una primera lectura inmediata puede sugerir.El gesto contiene una catequesis bautismal y al mismo tiempo una enseñanza sobre la humildad, una ilustración eficaz del mandamiento del amor fraterno a la manera de Jesús: el amor que acepta morir para ser fecundo. En la cena, donde el vivir en comunión encuentra su mejor expresión, pesa la sombra de la traición que rompe la amistad. Pero mientras el traidor se mueve orientado por el diablo, Jesús lo hace dejándose determinar por Dios. Lo que Jesús ha hecho y va a hacer proviene de su comunión con Dios. Ahí radica la libertad que hará que la muerte que le aguarda sea realmente un don de amor por los suyos y por los hijos de Dios dispersos.El despojo del manto y del amarrarse la toalla son, por lo tanto, una evocación del misterio de la Pasión y de la Resurrección, que el lavatorio de los pies hace presente de manera simbólica. Jesús se comporta como un servidor (a la manera de un esclavo) de la mesa ya que su muerte es precisamente eso: un acto de servicio por la humanidad.Así llegamos a entender que el lavatorio de los pies sustituye el de la institución de la Eucaristía precisamente porque explica precisamente lo que sucede en el Calvario. En el lavatorio de los pies contemplamos la manifestación del Amor Trinitario en Jesús que se humilla, que se pone al alcance y a disposición de todo hombre, revelándonos así que Dios es humilde y manifiesta su omnipotencia y su suprema libertad en la aparente debilidad.