Mejores ciudades Por Benjamín Barney Caldas Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.Como dijo Jane Jacobs, teórica del urbanismo y activista política canadiense radicada en Estados Unidos, en su crucial libro de hace mas de medio siglo (Muerte y vida de las grandes ciudades, 1961) “el camino que conduce al centro del aparentemente misterioso y perverso comportamiento de las ciudades es uno solo: observar atentamente, con las menos pre-expectativas posibles, las escenas más ordinarias, los acontecimientos más corrientes, e intentar averiguar después lo que significan y si entre ellos discurre algún vínculo que les de coherencia.”En Colombia la geografía determinó que las ciudades mas grandes estén en los valles interandinos, mas sanos. Su rápido crecimiento actual ha permitido que la propiedad privada y el negocio inmobiliario lleven al mal uso del suelo y la crisis de su transporte y espacio público. Habría que proyectar sus nuevos edificios para que las completen, y no extenderlas mas controlando su falsa obsolescencia promovida por una publicidad engañosa, pues sus formas arquitectónicas pueden evolucionar para nuevas funciones con técnicas constructivas que sí han progresado mucho.Las ciudades no son sólo reflejo de cambios sociales y económicos, pero aquí sigue interesando mas lo que pasa en ellas que el artefacto mismo. Su pasado está presente y es ejemplo para el futuro. Escenario de la cultura y la democracia, son un palimpsesto en el que se lee su historia, son la obra más compleja del hombre y concentran su poderío. Producto de sus actividades básicas generan otras, mas poco cambiaron hasta el siglo XX y ahora deben conjugar lo moderno con lo pre moderno; es decir, la verdadera posmodernidad.Los españoles impusieron en sus colonias manzanas ortogonales y patios pero las nuevas repúblicas volvieron sus plazas parques, y después los carros, puentes, ampliaciones viales y autopistas las invadieron. Las fachadas se alteraron, no se ampliaron los andenes y se dejaron amorfas “zonas verdes”, y ahora se “modelan” edificios arbitrarios en su forma y materialidad, falsamente complejos o “verdes”, que ya no celebran ni glorifican nada, como pedía Ludwig Wittgenstein (Félix de Azúa: Diccionario de las artes, 2002), y que se “colocan” ignorando lo pre existente.Mas lo verdaderamente nuevo sería retomar los viejos aciertos, para que las ciudades sean otra vez contextuales, sostenibles y peatonales, según su geografía y tradiciones, pero sin excesos ni pretendiendo ser originales. Ya muy cuestionada la globalización de su “modernización” universal, los nuevos arquitectos podrían ayudar a la equidad urbana, pero muchos de sus profesores no practican lo que enseñan y los que practican no teorizan, o no enseñan como sí lo hacían antes, y los pocos maestros que había han muerto.La arquitectura, hay que recordarlo, es proyectar espacios para la vida según diferentes geografías e historias, que generan volúmenes que conforman ciudades, lo que pasaron por alto las “estrellas” internacionales preocupados apenas por el espectáculo del que habla Mario Vargas Llosa (La civilización del espectáculo, 2012). Relacionada con el arte, el poder y el gusto, ahora debe ser mas ética para no dañar mas las ciudades y el planeta. Y en el trópico debe ser diferente a la de lugares con estaciones y no una penúltima moda mas.