*Redacción
Andrés Caicedo no lo podía creer. Mientras su entrenador, Oswaldo Pinilla, daba declaraciones, Caicedo miraba y miraba la medalla, caminaba sin rumbo fijo por los pasillos del amplio escenario, la apretaba contra su pecho y sonreía. Cualquier hubiera pensado que esta conquista era demasiado grande, es decir, que había alcanzado el cielo.
Sin embargo sorprendió con una respuesta que dio cuando le preguntaron: “¿Está pensando en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020?”, como es lo lógico indagarle a alguien de sólo 18 años, poca edad para el inmediato compromiso brasileño.
Con seguridad respondió: “No, quiero participar en los Juegos Olímpicos de Río 2016”.
-¿Antes que en Tokio 2020?
“Para ser grande hay que soñar con lo que muchos piensan que es un imposible, por falta de experiencia. Pero no, yo quiero formar parte del equipo Colombia en Río 2016 y empezar a fabricar una medalla olímpica.
Solo al repasar la vida de Andrés Mauricio Caicedo se puede entender que sus palabras no fueron producto de la euforia del momento e impulsadas por los abrazos de varios compañeros de la delegación, que lo acompañaron en el amplio coliseo de Nanjing.
Primero, proviene de una familia pobre que debió enfrentarse a las dificultades: por ello aprendió el valor del sufrimiento. También supo de las necesidades para la supervivencia: así conoció el coraje. Y del propio deporte, la superación frente a los avatares. Hace apenas tres meses fue operado de una de sus rodillas y aunque pocos le apostaban a su recuperación para los Juegos se levantó de su convalecencia, regresó a las prácticas y vino a Nanjing, para ratificar que es un guerrero.
“Si, yo sólo aprendí de la vida a luchar, a nada más. Y eso, con el apoyo de Dios, ha sido suficiente para derrotar todas las adversidades. Por eso hablo con seriedad de mis ganar de ir a Rio 2016.
Andrés Caicedo es, además, un agradecido con la vida y con la gente que lo ha apoyado.
Dice: “Fue una medalla muy guerreada, muy reñida, y eso le da más valor. Comencé perdiendo un primer movimiento por un calambre, pero pude recuperarme y batirme como grande, ante rivales provenientes de países que son potencias mundiales en pesas.
“Gracias en este momento de gloria a mis técnicos, Leonardo Galvis y Oswaldo Pinilla, y también a la presidenta de la Federación Colombiana de Levantamiento de Pesas, Ana Edurne Camacho, quien puso la fe en mí. También mi gratitud para Indervalle e Inderpalmira. Quiero que todos sepan que mi carrera aún no ha comenzado, porque las metas grandes aún están por coronarse”.
Con información de Comité Olímpico Colombiano