La seducción de DiosPor Héctor De los Ríos L.San Mateo. 16, 21-27: «El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo».En las lecturas de este domingo vamos a reflexionar en la seducción de Dios. Esa fue la experiencia de los profetas: fueron seducidos y "forzados" por Dios a hablar. A aceptar la hostilidad y la persecución. A vivir según la palabra de Dios. La seducción de Dios – "enamorarse de Dios"- es la raíz de la experiencia cristiana.San Pablo nos recuerda que la renuncia y el propio sacrificio son una dimensión necesaria de la vida. Sabemos también que estas dimensiones son liberadoras de uno mismo. Por otra parte sabemos qué difícil es esto. Fuera de un contexto cristiano, estas exigencias pueden ser opresivas. ¿Por qué los santos las siguen? ¿Y de algún modo también nosotros? Porque la seducción de Dios viene primero. Una vez que se está "enamorado", se pueden hacer cosas muy difíciles.La seducción y el amor de Dios, el amor a los demás, los valores humanos y cristianos en general, son incompatibles con el culto y apego a «ídolos»: personas, cosas, poder, dinero, placer, egoísmo y cosas parecidas. Algunas de estas cosas son malas en sí mismas; algunas son buenas, pero se hacen «idolatría» cuando substituyen a Dios. Por lo tanto la vida cristiana es también el liberarse de idolatrías. Este es el lado «negativo» del estilo de vida cristiana. No es el fin principal de la espiritualidad, que es el crecimiento en el amor, sino que, como se dijo más arriba, es un medio necesario.Jesús está hablando de la liberación interior del hombre, tan necesaria en todas las formas de liberaciones. Jesús está hablando sobre el absoluto de Dios y lo relativo de lo demás cuando se trata de escoger entre los dos. De ahí sus palabras: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo?"Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. ¿Cómo experimento -o experimenté- la seducción de Dios?2 ¿Considero la renuncia y exigencias similares como liberadoras? Uncategorized