“Arboricidio” Por Benjamín Barney Caldas Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.La palabra no aparece en el DRAE, pero tal parece que en el DAGMA en lugar de ayudar a los árboles a su arborecer (del latín arborescĕre), hacerse árbol, prefieren ser arboricidas (de arbori- y -cida), es decir, los eliminan. Como últimamente los del Parque de El Peñón y el del patio de La Merced, ahora plaza, aduciendo que estaban enfermos y representaban un peligro para los transeúntes.El DAGMA cuenta con el “Manual de arborización urbana”, una práctica guía para la selección, siembra, cuidado y protección de árboles y palmas para zonas blandas y parques de Cali, del biólogo y entomólogo Germán Escobar Berón, pero es como si no la usaran, pues la pregunta es, entonces ¿por qué no trataron de curarlos y evitar con una valla provisional que la gente circulara por debajo de ellos?Como tituló una de sus obras el dramaturgo español Alejandro Casona (1903-1965) “Los árboles mueren de pie”. Y en el peor de los casos, cuando sin remedio hay que talarlos, que al menos ya se tenga listo su reemplazo y cuidarlo; no como en el parque mencionado, en el que los cuatro que sembraron llevan secos varias semanas, como si estuvieran esperando a que la gente se olvide de los que había.Es evidente la carencia de conocimiento y sensibilidad en esta ciudad para identificar la belleza urbana y muchos “ven” como bellos despropósitos como la plazoleta de la caleñidad o el “bulevar” de latas, con que se reemplazó la Avenida Colombia en lugar de recuperar su carácter original de paseo con grandes árboles (ya no los podrá tener), con amplios andenes y tránsito lento de carros.El hecho es que no se ve lo más hermoso de Cali: los arreboles del cielo de muchas de sus tardes, sus cerros, sus ríos y su vegetación: sus bellos árboles. La lectura del libro de la arquitecto paisajista Lyda Caldas de Borrero, “La flora ornamental tropical y el espacio urbano”, 1979, debería ser obligatoria para los todos los estudiantes caleños a fin de cultivar una sana cultura al respecto.Pero también para muchos funcionarios de la Administración Municipal (incluyendo al Alcalde que en su primera vez quiso talar una ceiba en la Avenida Segunda Norte) pues los árboles son una parte muy importante de nuestro mundo. Ofrecen una amplia variedad de beneficios al medio ambiente y proveen una inmensa belleza, especialmente en el trópico donde la vegetación es perene, abundante y muy bella: de todos lo colores, como dijo el poeta Aurelio Arturo.Pero, como advierte la Sociedad Internacional de Arboricultura, todo árbol tiene el potencial de caerse y aún cuando solo unos pocos lo hacen sobre algo o alguien, pueden ser peligrosos al caer sus ramas o la totalidad, y lesionar personas o dañar propiedades y es responsabilidad del dueño velar por la seguridad de los de su propiedad (http://www.isahispana.com/treecare/resources/hazards.pdf.).Por eso el mantenimiento regular de estas planta perennes de tronco leñoso y elevado, que se ramifican a cierta altura del suelo, ayudaría a identificar a aquellos árboles que son un riesgo y el grado de éste, cosa que al parecer el DAGMA no realiza satisfactoriamente con los muchos que están en el espacio urbano público de la ciudad. ¿Falta de presupuesto? Para no hablar de las abandonadas e invadidas cuencas de sus ríos, que ya son (i)responsabilidad de la CVC. Uncategorized