La verdadera santidadPor Hector de Los Rios L.Ezequiel 18,25-28: «Cuando el malvado se convierte de su maldad salva su vida»Salmo 25 (24): «Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna»Filipenses. 2, 1-11: «Tengan entre ustedes los sentimientos propios de Cristo Jesús».San Mateo 21,28.32: «Recapacitó y fue».El profeta previene una objeción religiosa corriente: Dios es injusto, tal vez ni siquiera existe, puesto que hay tanto mal en todas partes. El profeta responde que el mal -el mal moral- no es culpa de Dios, sino del hombre. La dignidad humana implica libertad, y la libertad implica la posibilidad de hacer el mal, a pesar del deseo y la bondad de Dios.Las palabras centrales de S. Pablo en este texto: "Vuestra actitud debe ser la de Cristo". Ello significa principalmente amor fraterno y solidaridad con los demás. Y puesto que elfo no es posible si estamos llenos de nosotros mismos, compartir la humildad de Cristo es entonces una condición para amar.El Evangelio de este domingo incluye una parábola y una advertencia. La parábola. Un hijo dice "sí" pero no cumple. El otro dice "no", pero al final cumple. Esto tiene varios significados:a) obedecer a la palabra de Dios no es buenos deseos. No es sólo tener buenos propósitos. Es practicar la Palabra, aun si al inicio somos reticentes.b) hay gente que parecen buenos y dóciles cristianos. Pero cuando viene el tiempo de la crisis y la prueba, no responden en acuerdo a los valores cristianos. Otros, aparentemente más independientes, responden bien.La madurez y fidelidad cristianas se prueban decisivamente en las grandes crisis de nuestra vida. La advertencia. Un cristianismo formal, como el de la parábola (el hijo que no practicó), puede situar a los "publícanos y las prostitutas" por delante de nosotros en el Reino. Pues "publícanos y prostitutas" sienten al menos necesidad de conversión y arrepentimiento. A pesar de su vida desviada, esa actitud los abre a la misericordia y salvación de Dios.La santidad cristiana no es tanto ser formalmente perfecto, o aun moralmente perfecto. Es un corazón humilde y arrepentido de cara a Dios, y es dejarse amar y salvar por Dios.