Por: Alex Sterling

Ataque aéreo

Cuando a un caleño promedio le hablan de aviones piensa en algo más que en aerodinámica o vuelos trasatlánticos. Para el hombre de a pie un avión es un individuo que llega volando a una posición ventajosa, cosa que a los demás les toma, por lo general, años de trabajo puro y duro. Un avión es también, cómo no, el que evade un compromiso (económico, laboral o cívico) por medio de engañifas o haciendo gala de un frío descaro. Piensen en esa gente que siempre se las arregla para colarse en las filas. Uno lo ve tomando posición junto a la hilera, como quién no quiere la cosa. Fingen hablar por celular, incluso se ríen con las ocurrencias de su amigo imaginario. Todo tan normal. Cuando uno menos piensa están entre uno y el de adelante. ¿Cómo llegó ahí? ¿A qué hora perdí un puesto en la fila? Entonces uno se ofende un poco y lo mira a la cara, intentando desesperadamente rescatar un poco de decencia de su personalidad. El avión responde atravesándonos con la mirada, limpiándose las uñas, fingiendo la inexistencia del mundo entero. Algunas veces los que están atrás rechiflan y el avión es víctima de un abucheo en masa. Pero el tipo es inmune al rechazo público. Sigue ahí, de píe, ocupando el espacio al que llegó en paracaídas, desplazando a otro, dejando tras de sí la moraleja ennegrecida del torcido.

Para aquellos que tienen una fijación con los sinónimos aquí hay algunos: Avispado, abeja, vivo, bla, bla, bla. Fonemas para todos los gustos, como ven, el avión brinda entretenimiento para grandes y chicos. Tal comportamiento, para desmedro de todos, es usual y aceptado. No preocuparse por eso puede venderse como una actitud necesaria para sobrevivir en la ciudad de los avispados. Todos lo aceptamos y hasta nos cagamos de la risa cuando un amigo nos cuenta lo ingenioso que pudo llegar a ser para infringir la ley. Son delitos menores, piensa uno, travesuras vallecaucanas. Pero el problema se agrava cuando estos planeadores de carne y hueso ocupan cargos públicos. Por lo regular, cuando esto sucede, el avión monta toda una aerolínea en el estamento que ocupa. Todos esos aviones trabajando para desviar recursos públicos a velocidades ultrasónicas. Básicamente hay dos problemas con esto: primero, que según las leyes colombianas esta travesura ya no da risa sino cárcel. Segundo, que los aparatos de control que deben detectar y castigar estas anomalías, superintendencias y fiscalías, están conformados muchas veces por otro aviones, que, por solidaridad de género, miran para otro lado y se hacen los de las pestañas, no vaya a ser y pillen a alguien conocido mal parado. Esto hace que la impunidad envalentone al funcionario de marras, el cual decide irse de bruces hacia la corrupción y/o la incompetencia. Uno de los escenarios donde el avión ejecuta con frecuencia sus actos de magia es el de la contratación pública. A la ciudad hay que meterle mano, para eso fue elegido el funcionario, el mismo que suele entregar dichas obras a conocidos y fiadores, que no pierden la oportunidad de recordarle que hay que cuadrar cuentas. Dame a mí el reparcheo de tal calle y quedamos bien. Precisamente, ya teniendo claro lo que es, estudiaremos el papel del avión caleño en la infraestructura vial.

Para empezar habría que hacerse una pregunta, ¿por qué es buen negocio el uso de materiales de baja calidad y el relleno o finalizado de una calle con capas demasiado delgadas de los mismos? Sin duda la respuesta que uno puede dar es inmediata: Cuesta menos hacerlo. Materiales de baja calidad y en menos cantidad, el negocio redondo, para los contratistas.

Pero hay otra razón:

Hay una estrategia de ventas, inaugurada por la industria farmacéutica mundial, acusada tantas veces de crear medicamentos que no curan sino que mantienen la enfermedad, los popularísimos tratamientos sintomáticos. Se podría pensar que una lógica similar es la que siguen unos cuantos contratistas caleños, encargados en su providencia para reponer lozas y reparchear calles. El morbo popular ha brindado todo tipo de explicaciones para tal fenómeno. Me explico: entre menos dure el pavimento más pronto tendrán que regresar a arreglarlo. Seguramente se le dará el contrato al mismo que hizo el arreglo originario, si cuenta con la fortuna de que el cráter se abra en el periodo de gobierno de quien lo contrató por primera vez. Un escenario probable, de la forma en que llueve aquí.

 

Ingeniería cuántica del asfalto.

El Lago Asfaltite es otro nombre que se le da al Mar Muerto. De este cuerpo de agua toma su nombre el asfalto, material negro y viscoso, presente en el petróleo crudo y utilizado para impermeabilizar y pavimentar carreteras y avenidas en el mundo entero. En Cali pavimentan las calles con asfalto, y con otros materiales. Pero habría que preguntarse, si no estaremos listos para probar otras formas de construcción u otros materiales, incluso. Las cualidades que estos materiales deberían tener podrían ser:

Menor precio económico-ambiental:

*Materiales cuya producción no determine un desastre ambiental, como el traído por la recolección descontrolada de arena en el río Cauca, que termina por desestabilizar geológicamente el lecho y extermina las formas de vida que se especializaron en sobrevivir en el fondo del río. Buscar un equilibrio entre este rubro y el costo económico.

*Asequibilidad de los materiales: Priorizar los materiales que se produzcan en la región o que se consigan cerca. Establecer una tabla legal con dichas referencias. Nombrar un órgano auditor que la haga cumplir y que guarde registro de cada revisión para futuras eventualidades.

Durabilidad:

*Estudios profesionales multidisciplinarios (en los que se incluyan físicos y químicos puros) que determinen con exactitud cuál es el método de construcción que mejor resiste el clima en cada punto de la ciudad donde se tenga que urbanizar, teniendo en cuenta los microclimas y el uso de las vías (La Simón Bolívar, por donde transitan las tractomulas que vienen del sur del país, requiere un pavimento mucho más grueso y resistente que, por ejemplo, una calle residencial en San Fernando). El sur de la ciudad, que se inunda, y hacia donde crece Cali, merece especial atención. El último aguacero dejó en ridículo el muro de contención del río Meléndez a la altura del Ingenio y El Caney. El Lilí colapsó y el Cañaveralejo hizo de las suyas. Hay que construir el tapete vial con el ángulo de desagüe correcto, en caso contrario el pavimento se desfonda, por la disolución de sus capas de apoyo. La capa de arriba se queda sin piso y bueno: La bella chamba muestra sus dientes.

¿Realmente es tan difícil producir asfalto de calidad?

¿No existe un material compatible con nuestro clima? Si la respuesta es sí, utilicémoslo, si la respuesta es no: Inventémoslo. Hay que organizar un grupo de investigación, dotar unos talleres, asegurar partidas a largo plazo ¿Quién debería financiar estas investigaciones? ¿Por qué se deteriora el tejido vial como si estuviera hecho de material orgánico? No exagera el que comenta que duraría más si llenaran los huecos con natilla.

¿Es éste un problema fundamental de ciudad? La respuesta es inmediata: Sí, lo es, dado que representa un problema de movilidad. No hay que explicar por qué. Ventajas del sentido común. Estando eso dicho, habrá que sumarle las pérdidas económicas inmediatas que supone: Una calle cerrada es una vuelta de más en el carro o en el bus. Cada carro que tenga que rodear una obra de reparcheo consume gasolina de más. Multiplique eso por el número de carros que tuvieron que ser desviados. Súmele el hecho de que nuestra modernidad se vive cobrando los minutos en pesos. Si media ciudad pierde 5 minutos diarios la tasa de productividad de la ciudad baja en mucho más que 5.

Ya haremos esas cuentas.