Por: Pedro Corrosivo
Me perdonan las mujeres, ¡esos raros seres!, pero en esto del diario escribir, considero necesario a ellas aludir. Y lo hago querido lector, porque hoy por hoy en esta bella villa, sí, en nuestra querida Sultana, ha surgido con mucha fuerza, aunque nuestro venerable y santísimo Arzobispo Sarasti no lo acepte, toda una floreciente industria. La Industria de la Belleza. Sí, de la Belleza mi querido Pacorro. Porque aunque tú eres un poco desdeñoso de todo lo que tiene que ver con las féminas, debo decirte que a partir de los años 90, ellas cayeron en cuenta, que para conquistar un hombre bacán, en vez de vivir haciendo pucheros, mejor era usar sus atributos lecheros. Y ni bobas ni perezosas rapidito tomaron conciencia, que los hombres, en su más pura esencia, sin importar condición o edad en especial, vivimos bajo el síndrome de la “tierna infancia”.
¿Y qué diablos es ese tal síndrome, me preguntarás Pacorro? Bueno mi querido amigo, aunque esto tiene poco que ver conmigo, por cuanto soy hombre puro y casto, este interesante y poco conocido complejo de acuerdo y según el glosario médico que intrigado investigué, implica que, palabras textuales: “atendiendo a la idiosincrasia humana, todo hombre en condición viril y sana, al ver un par de puchecas, de ésas que lucen tantas muñecas, íntimamente quisiera estar, en permanente actitud de lactar”. (Ver “Síndromes de la humanidad” Glosario médico. Universidad de Barcelona. España 1954, Pág. 35).
Pues el hecho es que desde que ellas tomaron conciencia de este raro complejo varonil, toda mujer, ya sea joven o medio jecha, por necesidad o simple placer, tranquila puede exclamar: ¡ahora sí que estoy hecha! Que lo importante es darse gusto, y pronto hacerse operar el busto, buscando un buen cirujano, pero eso sí, que tenga excelente mano. Pero claro, digo yo, que la candidata, sino quiere meter la pata, primero tendrá que decidir, el tamaño que querrá lucir. Porque habrá aquella que añorando su peso aliviar, las querrá tener chiquiticas, o la que teniéndolas pequeñitas, grandototas las querrá llevar. Obviamente y aunque ellas no me lo están pidiendo, les doy mi desinteresado consejo. Lo mejor es que, Previo a una decisión y antes de la operación, evalúe el tamaño del busto, que para su gusto, usted orgullosa querrá portar.
Y yo, sinceramente y arriesgándome a que mi mujer me dé rejo, continúo para bien de todas con mi consejo. Por ejemplo y de verdad créame, la que tiene pucheca pequeñita, siempre lucirá más jovencita. Esto, como dicen los abogados, es verdad sabida y buena fe guardada. Y para no ir muy lejos, era caso de mi tía Inés, que por cada pechuga tenía una nuez, y al montarse en el carro adelante, nunca tuvo problema con el volante. Y obvio podía hacer ejercicio bastante, sin caerse para adelante. Pero como tampoco quiero pecar de injusto, analicemos el otro busto. Cuándo ella las tiene grandototas y como pesadotas, tendrá un lugar, donde cosas como el dinero o tal vez el llavero podrá guardar y seguramente nunca volverá a extraviar. Pero el mejor momento, y donde seguramente es todo un acontecimiento, será cuando en los parques del norte, le dé por hacer deporte y en vez de caminar, briosa se pone a trotar. Y obviamente en una piscina, ¡qué es eso de nadar! no se vaya a preocupar que facilito podrá flotar. Además y para terminar, si usted gafas debe usar, siempre tendrá un lugar en mente, para recostar con seguridad el lente.
Claro que la voy a alertar, para que después no me vaya a culpar, que previo a cualquier manipuleo, y obviamente reitero, según como yo lo veo, un verdadero Doctor, con recato y sin mucha bulla, le debería dar un catálogo a todo color, para que con certeza usted pueda escoger la suya. Y como pretendo ser con usted bien veraz y atento, para que más adelante no se asombre, ni me vaya a culpar ante un posible arrepentimiento, debo decirle para su conocimiento, que hoy por hoy a cada una le han puesto nombre. Y paso entonces a describirle las más conocidas, que desde luego son las más apetecidas.
El “Estilo Biberón” para su información, es cuando son medio alargadas, casi que entubadas y eso sí, larguísimo el pezón. El hecho es que usted las verá por doquier, y no las reconocerá por la mujer, sino por el novio o marido, que les aseguro tendrán boca de silbido. Y las “Mega-Silicona 420” donde su dueña a cada rato siente, a decir verdad, como si estuviera en pelea permanente, con la ley de la gravedad. ¿Y seguramente ha oído de la “Bíblica” mi Señora? Este es un estilo que mucho marido añora, y no es diseñada para una cristiana, ni menos para mujer enana, pero es grande y abultada, como para una buena lactada y su idea surgió de un tal Juan, evocando el seno de Abraham. ¿Y qué tal el estilo “Nuez moscada” de apenas una pulgada? ¿O el estilo “Empitonada “tan común y corriente y siempre presente en cualquier becerrada ? O ya para terminar, que tal la “Sofía Vergara“, pucheca que le puede salir un poco cara, pero es bonita y delicada, aunque más caída que parada.
Y de verdad que lo siento, pero por carecer de espacio y tiempo hasta aquí puedo avanzar con mi cuento. Pero por favor, no se ponga en manos de cualquier pelagato, consígase un buen galeno, con mucha experiencia en esto del seno, es decir, alguien que las opere desde hace rato. Y no le será difícil hallar el mejor, simplemente obsérveles el rostro, que todos los buenos cirujanos, por andar con tanta tetiada, van cogiendo cara como de cuajada. Y tenga en cuenta que cualquiera sea la escogencia, todo este asunto tiene su ciencia y por tanto prepárese para pagar, recuerde que lo que le van a manipular, como decía mi tío Nico, “no es cualquier lagaña de mico”.
Y ya para dejar esta escritura lista, déjeme darle mi último consejo señora, bajo ningún punto de vista, vaya a aceptar el estilo “Cebollera”, que es pucheca súper común en mucho matrimonio, en que el marido al verla, y esto está bien comprobado, por alguna extraña razón, irrumpe en un llanto profundo.