Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.


Con la lengua y la religión, la arquitectura fue otra arma de la conquista de América (Fernando Chueca Goitia: Invariantes castizos de la Arquitectura Española / Invariantes en la Arquitectura Hispanoamericana, 1979). Del sur de Norteamérica al sur de Suramérica, sus variaciones pronto las genera el clima, el relieve y el paisaje. En la Nueva Granada, el mudéjar es tardío, ya del siglo XVIII, y se encuentra sobre todo en el suroccidente del virreinato (Santiago Sebastián:  Arquitectura colonial en Popayán y Valle del Cauca, 1965). Tradición colonial que se mantiene e incluso se exalta, como en Cartagena de Indias, pero que se ignora en las escuelas de arquitectura.

Es nuestra tradición urbana y arquitectónica, y su antiquísima tipología es tan sencilla como Los cinco puntos de una nueva arquitectura, de Le Corbusier, que describen la arquitectura moderna (La planta baja con pilotes; la planta libre; la fachada libre; la ventana alargada; y la azotea-jardín), y de ahí que su fácil conjunción, pues comparten aspectos funcionales, constructivos y formales, constituye una arquitectura pos moderna propia, apropiada climáticamente, y que no agrede lo pre existente.

Arquitectura colonial, y de tradición colonial durante el siglo XIX y principios del XX, que incluye templos, claustros, casas de hacienda (Barney y Ramírez: La arquitectura de las casas de hacienda en el Valle del alto Cauca, 1994), y casas urbanas (Ricardo Hincapié: La casa Martínez Satizabal, 1995) que conforman calles paramentadas, ortogonales y de alturas similares, generando manzanas cerradas, atrios y plazas, que conforman ciudades en las que sólo se destacan torres y espadañas.

Tipología arquitectónica basada en unos pocos recintos genéricos y regulares. Interiores, ya sean cerrados y cubiertos, como  salas y habitaciones, ocasionalmente de alturas diferentes, o descubiertos, como patios y solares. Abiertos por un costado pero cubiertos, como corredores, galerías y balcones. Y, finalmente, exteriores, ya sean plazoletas, “llegadas” a las casas de hacienda y patios adosados. Todos unidos entre sí por circulaciones que generan recorridos acodados.

Su construcción demanda sólo materiales naturales (tierra, arena, grava, piedra, madera) para prefabricar unos pocos componentes (adobes, ladrillos varios y tejas), y algunos clavos y goznes de hierro forjado. Su estructura portante es de muros de carga (mampostería y tapia pisada), machones y piederechos. Sus entresuelos y azoteas son compuestas (madera, tierra, y ladrillos) de manera similares a un Steel Deck . Y sus cubiertas son inclinadas sobre armaduras de madera, de par y nudillo o par hilera, terminadas con tejas árabes.

Sus volúmenes son cúbicos, formando salones, naves, esquinas o cuadrángulos. En sus fachadas predomina el lleno sobre el vacío, o lo contrario. Sus vanos son verticales y repetidos, siguiendo una secuencia o sencillamente en donde se precisen. Sus superficies presentan encalados blancos en el interior del país o de colores en la costa caribe. Y finalmente su estética se basa en el contraste de volúmenes, sombras, penumbras, transparencias y visuales, y de los colores oscuros de la madera, los pisos de ladrillo y las techumbre, contra el blanco, todo acompañado por el sonido del agua en atarjeas y acequias.