Por: Ana María Valencia M.
¿Cuántas veces te has sentido forzado a estar feliz? Siempre que alguien te pregunta: ¿Cómo estas?. Respondes: Bien, gracias. ¿Acaso te detienes a pensar si estás bien? ¿Qué es bien? O cual es la reacción de alguien cuando le dices “Estoy triste” o “Estoy aburrido, es que tengo problemas”. Su respuesta inmediata es: ¿Por qué? ¿Qué paso? ¡Animo, tienes que estar feliz! ¿Ahora estar feliz se convirtió en una obligación?
¿Feliz? ¿Qué es eso? ¿Por qué es tan importante para todo el mundo estar feliz? Si Dios creó todos los sentimientos, están ahí para algo. Todos los sentimientos son validos porque nos enseñan algo sobre nuestra vida y sobre nosotros mismos. Un estado de felicidad no es sinónimo de una alegría eufórica. Un estado de paz silenciosa o una lágrima, también expresan felicidad. Hemos estado siguiendo parámetros que ni sentimos propios.
¿Y qué hace feliz a la gente? La familia, el dinero, los viajes, la comida, tener un trabajito, los hijos, la empresa, el carro, la casa y la beca. Tener cosas, una vida cómoda. Las posesiones, porque hasta las personas se han vuelvo posesión del otro para poder ser feliz: “Si te vas, te llevas mi felicidad”, “Sin ti no puedo ser Feliz”.
¿Acaso todos tenemos la misma idea de felicidad? ¿Somos todos iguales y tenemos los mismos gustos? Lo que nos hace iguales a los seres humanos son las necesidades, todos tenemos las mismas necesidades básicas. El problema es cuando la sociedad de consumo, nos vende una idea de felicidad y nos dejamos llevar por ella. Nos obsesionamos por cumplirla, por llevar a cabo unas reglas como si todos viviéramos en una carrera para ver quien llega primero a esa meta que nos han impuesto. Quienes han llegado primero, ¿Encontraron la felicidad? ¿Es acaso un premio o un derecho?
La vida es más simple, mientras más ligera, más real. Mientras más real, más propia, más humana y en esa medida: más feliz.
Lo que nos lleva a la felicidad. Es en una sola palabra: desición. Cada día al levantarnos estamos tomando decisiones sobre qué hacer. ¿Qué tan conscientes somos en cada momento sobre nuestros actos? ¿Actuamos mecánicamente o nos damos el placer de sentir y gustar cada paso? Porque cada paso, acto y pensamiento lleva una elección. Y ese milimétrico segundo de vida va marcando un camino, un acontecer que hará diferente un momento de otro. Es una pausa silenciosa, mínima, pero profunda que dibuja la línea de la vida que estamos llevando, según nuestras decisiones.
¿Que resuelve el ser feliz, entonces?
Se resuelve con un instante en el que tomemos la decisión. Para salir del mundo de los ideales y poder ver con claridad el presente que estamos viviendo, desde el lugar que en nos encontramos y la situación que estemos pasando. De esta manera ganamos libertad y confianza.
Los niños viven, sin tantos planes, preguntas o quejas. Ellos solo están observando lo que sucede, van aprendiendo, creciendo y disfrutando, el instante. Pensando en ellos, encontré este video: La felicidad no es tan complicada como creemos, es simple.