Por: Benjamin Barney Caldas

Una buena Administración Municipal, desde luego, debe promocionar el crecimiento y desarrollo de la base económica de su ciudad. Y tiene que hacerlo de la mano de las organizaciones empresariales, pero no a su servicio, ni demagógicamente, con el prurito de que hay que generar empleo a como de lugar. Lamentablemente, construir puentes en donde no existen ríos ha sido la práctica preferida de nuestros alcaldes populares para lograrlo. Además, lo tienen que hacer de afán e improvisadamente, pues no cuentan sino con cuatro años. Así, los proyectos anteriores poco les sirven, pues pertenecen a otras clientelas, a otros compromisos electorales. El resultado es fatal, pues ni logran mejorar la economía ni terminar bien, y a tiempo, las obras emprendidas, ni hacer las que realmente se necesitan.

Y desde luego la base económica de muchas ciudades es la misma de la región en la que están. Como es claramente el caso de Cali, y demás ciudades del valle geográfico del Río Cauca. Aquí es, de lejos, la industria agropecuaria, la más desarrollada del país. De manera que se trata de un asunto prioritariamente departamental y no municipal, como lo es el tren de cercanías, ése que unía nuestro sistema de ciudades hasta mediados del siglo XX, y que irresponsablemente dejamos acabar ante la presión de los sindicatos y los camioneros y la miopía y oportunismo de nuestros políticos. Por su parte, nuestros municipios deberían ocuparse de la correcta localización y operación de las fábricas para que no perturben la vida de los ciudadanos, como ocurre ahora con tanta frecuencia.

Para mejorar la base económica de una ciudad es necesario, primero, que los asuntos de gestión administrativa con el gobierno municipal sean ágiles y, sobre todo, pertinentes. Que no lleven por su demora y laxitud a la trampa ni al mercado negro. Lamentablemente el “papeleo” es, entre nosotros, un asunto cultural: es más importante que la realidad. Lo heredamos del Imperio Español, al que por la distancia y el tiempo no le quedaba más remedio que recurrir a él para gobernar sus enormes y despobladas provincias de ultramar, en las que la “presencia” del Estado sigue siendo casi siempre lejana o arbitraria, como lo vivimos desde la Independencia. Es inaudito, por ejemplo, que la mayoría de los colombianos hayamos sido obligados a gestionar varios documentos de identidad, al tiempo que los “pases” con fecha de vencimiento son “indefinidos”.

El cumplimiento de las normas, permisos y demás, es ineludible para que la empresa privada proporcione más trabajo en un mercado libre. Con empleos estables, en mejores condiciones y mejor remunerados, y no uno de libertinaje como el actual, ni haciendo obras públicas innecesarias, como pasa en Cali. En un mercado vigilado por el Estado se crean las condiciones para que sea atractivo para las empresas estar cerca a determinada ciudad y no de otra . Muchas vinieron a Cali por la apertura del Canal de Panamá y la Salida al Mar, que es como se llama la carretera a Buenaventura, lo que también dio un impulso definitivo a la cañicultura. Pero, lamentablemente, el monocultivo nunca ha sido bueno. Sería conveniente diversificarlo para lograr una buena economía para nuestras ciudades; por ejemplo, vender su clima y paisajes.