Por: José William Garzón Solís

ph.D. Ex Director General de la CVC.

En junio de 2008, cuando ordené y ejecuté el cierre de la montaña de vergüenza pública en que se había convertido Navarro, todos los caleños estuvimos felices al sentir que por fin se terminaba, después de 40 años, con el foco de contaminación más grande y dañino del suroccidente colombiano.

Creímos que el acto de cierre del basurero de Navarro simbolizaba el inicio de una nueva era medioambiental para el beneficio de la ciudad, que ya no existiría más ese horrendo lugar donde en condiciones precarias e insalubres cientos de nuestros ciudadanos más pobres eran obligados a pelear entre sí por su subsistencia bajo la mirada indiferente de los administradores de turno que jamás quisieron implementar para la ciudad un manejo decente de nuestros residuos sólidos.

Creímos que ya no se enfermarían y morirían nuestros ciudadanos por culpa de las toneladas diarias de lixiviados y de gases tóxicos que arrojaba Navarro. Que los peces volverían a nuestro sagrado río Cauca y que con ellos llegarían el turismo y la sostenibilidad alimentaria para miles de caleños. Que por fin nuestros ancianos y niños dejarían de beber trazas de metales pesados y de elementos cancerígenos por culpa de los lixiviados que contaminan nuestros acueductos. Que el gran reservorio subterráneo de agua de Cali, una de las principales fuentes del preciado líquido que tendrán nuestros nietos en el futuro para saciar su sed, dejaría de ser contaminado con la famosa pluma de veneno que día a día le inyectaba Navarro y que por fin, gracias al cierre de esa vergüenza llamada Navarro, se viabilizaba el desarrollo integral de la ciudad. Creímos que en vez de esa montaña asesina tendríamos un hermoso parque con humedales y canales limpios, rodeados de casas llenas de niños felices.

¡Pero no. Vergonzosamente no es así!

Tres años después del cierre del esperpento de Navarro, los lixiviados siguen contaminando y a pesar del fallo proferido por el Honorable Juez Segundo Administrativo de Cali, la administración actual de la CVC se atreve a manifestar públicamente a través de su página de internet que: “La CVC en el legítimo derecho de su defensa, impugnará la decisión que profirió el Juez Segundo Administrativo de Cali para que surta ante el Honorable Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Valle del Cauca”.

Ahora no se trata de aclarar de quién es la responsabilidad de semejante ignominia sino de actuar. Si el peor y más grande foco de contaminación que está destruyendo las aguas de nuestro Cauca, las aguas de nuestros acuíferos subterráneos, nuestro aire y nuestro entorno no es competencia de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, pues apague y vámonos.

Señores de la CVC, ustedes no solo deben colocar una cuota en la solución sino que ustedes deben inmediatamente echarse al hombro el tema: inmediatamente deben construir el sistema de tratamiento de lixiviados, garantizarle a la ciudad que se cumpla lo que yo, José William Garzón Solís, ordené en el 2008 como director de la CVC, soportado en innumerables conceptos técnicos de los buenos funcionarios de la Corporación. Porque lo que se ordenó era lo que mandaba a hacer la Ley y la decencia. Y una vez construido el sistema de tratamiento de lixiviados, una vez garantizado el bienestar y la salud de nuestros habitantes y su entorno, entonces sí: paguen los abogados que quieran, encuentren a los responsables y cóbren lo que deban por este concepto.

No podemos permitir que se sigan burlando de nosotros los desvergonzados administradores de turno: los de la CVC, una vez más en su página web escriben hoy 20 de mayo en referencia al fallo del Honorable Juez: “La naturaleza de la CVC como autoridad ambiental en el Departamento del Valle del Cauca no tiene nada que ver con la prestación de servicios públicos domiciliarios en el Municipio de Cali”. Por Dios, ¿cuáles servicios públicos? Si no saben qué son lixiviados y qué tan grave es el daño que pueden causar a la vida de los caleños, ¡pues que renuncien!. Y los de Emsirva aseguran en declaraciones de prensa que “tienen calculado que a pesar del invierno las piscinas de lixiviados no se llenarán”. En junio de 2008 di la orden definitiva de cierre de Navarro, entre otras muchas razones, porque las piscinas ya estaban rebosadas y los lixiviados se escurrían por los territorios públicos de los ejidos de Cali y por el triste canal Meléndez llegando inexorablemente al río cauca. Si hoy los niveles de las piscinas son menores es porque las piscinas perdieron la impermeabilización de sus fondos y los lixiviados se están yendo directamente a los acuíferos del sector, o porque -como en épocas oscuras- de nuevo los están bombeando a media noche al río Cauca.

Esperamos que la decencia y el respeto por las funciones y la Ley hagan inmediatamente recapacitar a nuestros dirigentes y terminemos pronto con esta pesadilla.

Cordialmente,
JOSÉ WILLIAM GARZÓN SOLÍS, Ph.D.
Ex Director General de la CVC.