Por José Antonio Aguilera.
Amigos lectores, con el verano de estos días les informare unas recetas para el cuidado de nuestras plantas en este calor en nuestra ciudad sucursal del cielo.
Los meses de calor ponen a prueba la resistencia de las plantas de la terraza o balcón. Las altas temperaturas y el ambiente asfixiante de la ciudad causarán bajas entre ellas, aunque curiosamente, en la mayoría de los casos se deberá a un exceso de humedad, que es mucho más perjudicial para las plantas que la sed, ya que empobrece la tierra, provoca enfermedades y acaba por marchitarlas. Por eso, debemos acabar con la idea de que cuanta más agua reciban nuestras plantas, mejor se conservarán.
Existen muchas y muy diferentes especies de plantas, y cada una de ellas requiere unos cuidados específicos que debemos tener en cuenta en lo referente a su mantenimiento. Así, unas necesitarán mayores dosis de agua y luz que otras y, por tanto, una ubicación diferente, ya sea en macetas o en el mismo suelo. Saber distinguir entre las necesidades requeridas por cada tipo es un factor esencial que hará que nuestro jardín se desarrolle satisfactoriamente.
Tan importante como regarlas es mantener las plantas libres de hojas y flores secas, que seguirán absorbiendo agua y frenarán el desarrollo de las partes sanas. Asimismo, el polvo y la suciedad no las dejarán respirar. Es posible pulverizarlas con agua jabonosa aclarando después abundantemente. Además, este método alejará a los parásitos, una tarea muy importante en los trabajos de jardinería. Conviene llevar a cabo cada cierto tiempo y de manera periódica una limpieza general en nuestro espacio verde.
El agua que eliminan los tiestos arrastra buena parte de los nutrientes que la planta necesita para vivir, por ello no es conveniente desperdiciarla, pues en esta época del año empleamos más de la habitual en el riego y por tanto, el derroche es mayor. Una buena opción consiste en colocar platos o cuencos debajo de los tiestos para recogerla y regar con ella el resto de plantas, así aprovecharemos un recurso que en esta época suele escasear. Una excesiva humedad de las plantas pueden acabar quemándolas en horas de pleno sol, por lo que conviene regar a primera o a última hora del día.
Es un error dejar las plantas en la bañera con agua cuando se sale de vacaciones: la tierra se encharca y las raíces se pudren. Un viejo truco consiste en colocarlas alrededor de un cubo con agua del que se sacan unos cordones gruesos que se enterrarán en cada maceta. Los cordones conducirán el agua del cubo (por capilaridad) al tiesto en función de sus necesidades. Serán las propias plantas las que se administren, pues dejarlas en abundante agua podría terminar ahogándolas.
Pero si este truco no termina de convencernos, podemos optar por adquirir algún sistema de riego automático, provistos de unos programadores que establecen los intervalos de tiempo y la frecuencia del riego. Si por alguna causa no nos es posible hacernos con uno de éstos, siempre podremos recurrir a la tradicional solución de encomendarle las tareas de jardinería a algún vecino o familiar.
El riego debe suponer el aporte necesario para cada planta: ni más, ni menos. En la dosificación exacta está el éxito de su desarrollo. Las características de la tierra y de la planta determinarán el volumen de los aportes. Las tierras arenosas apenas retienen el agua, por lo que se debe calcular la dosis antes de regar. Las arcillosas, sin embargo, se encharcan mucho antes y pueden dar la sensación de saturación sin que el agua llegue a la zona de enraizado. Aunque siempre es mejor regar al atardecer, para evitar la evaporación inmediata, en otoño e invierno se puede hacer por la mañana, directamente bajo la planta, con un tubo o embudo.
En los primeros días de sol es mejor añadir el agua al plato de las macetas, para que las raíces la absorban y no se dañen los brotes. Aun en los días de sol, la tierra de las plantas puede mantener buenos niveles de humedad en su interior, que se debe verificar introduciendo un palo y comprobando que sale empapado. Esta tarea es imprescindible para evitar que la planta se ahogue, pues tendemos a pensar que nunca está lo suficientemente surtida de agua.
Si tenemos en cuenta todos estos cuidados, nuestra ausencia vacacional no supondrá ningún inconveniente para que nuestro jardín esté bien cuidado, y a la vuelta nos lo encontraremos tal y como lo dejamos.