El Jodario

Por Gustavo Alvarez Gardeazabal

Se nos había olvidado cómo era la guerra. Como están conversando todos los presuntos jefes guerrilleros en La Habana sobre la posibilidad de paz, se nos olvidó que la guerra no la hacen las prominentes barrigas ni los generales vestidos de civil allá sentados, sino los guerrilleros rasos y los soldados de fusil.

Como la tregua unilateral que decretaron las Farc apaciguó los ánimos y apenas si se ampollaron cuando masacraron a los soldados en el polideportivo de La Esperanza, pero ni roncha nos salió cuando mataron unos cuantos guerrilleros aquí y otros allá, ni cuando cayeron policías y soldados regados por la geografía nacional, los hechos de guerra de estos días nos han despertado.

La guerrilla, en indudable condición de desventaja frente al esquema de bombardeos de las fuerzas constitucionales, tuvo y tendrá que soportar ataques iguales de dañinos y dolorosos porque nunca usó misiles tierra-aire ni modificó su esquema anacrónico de guerrillas para volverse ejércitos de verdad.

Pero si resisten, enterrándose en catacumbas como hicieron los vietcong para esconderse de las bombas de napalm de los Estados Unidos, esta guerra que creíamos a punto de acabarse puede recrudecerse cruelmente.

Lo grave es que si los guerrilleros se levantan de la mesa de conversaciones de La Habana u obligan al Gobierno de Santos a levantarse, no solo habremos perdido otra vez la esperanza, sino que conociendo el temperamento del señor presidente, lo que habrá aquí no será una guerra sino “barrida y limpia”, como hicieron en Sri Lanka, pues así lo han recomendado también los asesores extranjeros que ayudan a la paz, pero tienen como plan B repetir aquí lo de la isla del Índico.

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