Por Héctor de los Ríos.
Vida Nueva
Éxodo 24, 3-8: «Esta es la sangre de la Alianza que el señor hace con ustedes»
Salmo 116(115): «Alzaré la copa de la salvación invocando tu Nombre»
Hebreos 9,11-15: «Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos»
San Marcos 14,12-16.22-26: «Esto es m i Cuerpo… Ésta es mi Sangre»
Hoy, fiesta del «Cuerpo y la Sangre de Cristo» («Corpus Christi» se ha llamado tradicionalmente esta solemnidad), es decir, fiesta de Eucaristía, la Iglesia nos pone delante la Última Cena, el último encuentro de Jesús con sus discípulos.
El pasaje del libro del Éxodo nos narra la Alianza establecida entre Dios y su pueblo, reunido al pie del monte Sinaí. Dios comunica por Moisés su voluntad, «todos sus mandatos». Y el pueblo manifiesta su compromiso de hacer «todo lo que dice el Señor». Y esta alianza del Sinaí es figura preclara de la nueva y eterna Alianza realizada por la sangre de Cristo, derramada en el monte Calvario por la redención de todos los hombres.
La Carta a los Hebreos ha puesto en parangón estos sacrificios antiguos, con el único sacrificio de Cristo, ofrecido en la Cruz, con el derramamiento de la sangre. Y ha mostrado la superioridad del Sacrificio de Cristo, único, definitivo y eficaz, sobre todos los sacrificios
El evangelio relaciona la Cena con la Cruz, y la Cruz y la Cena con el Sacrificio del Cordero Pascual. En el Evangelio, en total contraste con la discípula anónima que ungió a Jesús, Judas, uno de los doce, decide traicionarlo y conspiró con los enemigos que le prometieron dinero (Mc. 14,10-11). Jesús sabe que será traicionado. Pero aun así, trata de fraternizar con los discípulos en la última Cena. Aquella sala en el aposento alto quedó para los primeros cristianos como el lugar de la primera eucaristía. Es allí donde se reúnen después de la Ascensión del Señor Jesús (Hch. 1,13) y allí estaban reunidos cuando descendió el Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hch. 2,1). La memoria es concreta, ligada a los tiempos y lugares de la vida.
La solemnidad del Cuerpo de Cristo es una fiesta de fe, de reconocimiento y amor al mismo Jesús. Él se dio a nosotros en la Cruz, y se da en el sacrificio del altar. Esta caridad de Cristo reclama una actitud semejante ante Dios y ante los hermanos. Por eso, nuestro compromiso nos leva a participar consciente y comunitariamente en la Eucaristía,
Celebrar la entrega de Jesús en la Eucaristía nos compromete a ser pan para los hermanos, es decir, a servirlos, ser solidarios con sus triunfos y fracasos, con sus logros y carencias. No hagamos estériles nuestras comuniones por nuestra actitud egoísta y de pura religiosidad
Nos comprometemos, con la gracia a Dios, a que la Eucaristía nos haga más fraternales y más serviciales.
Para meditar durante la semana:
1. ¿Por qué comulgamos?
2. ¿qué significa en nuestras vidas?
3. ¿a qué nos compromete?