Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


El estado de California registra una de las economías más prosperas del mundo. Si se comparara su producto interno, en forma independiente, se ubicaría dentro de de las primeras diez economías del mundo. Goza de un envidiable clima mediterráneo primaveral con inviernos y veranos leves de temperatura agradable. Las corrientes oceánicas moderan su régimen de lluvias y sus fértiles valles son la despensa de frutas y verduras norteamericana.

Al norte del estado, en cercanías a la ciudad paisajistica de San Francisco con su característica neblina que cobija en las frías mañanas su bahía, se encuentra la región vinícola produciendo vinos de altísima calidad. La creatividad tecnológica y su vertiginoso desarrollo encontraron su nido en el Valle de Silicio (Silicon Valley) ubicando las empresas que revolucionaron la era digital y el mundo contemporáneo. A pocas horas, el parque nacional del bosque de los centenarios y gigantes arboles secuoyas transportan sus visitantes a épocas esotéricas terrenales. La ciudad de Los Ángeles, capital del entretenimiento mundial y del vehículo particular, alberga el 40% de la población estatal y es atravesada por una maraña de autopistas para transitar la ciudad más extensa del continente.

El cambio climático, la contaminación del aire y el efecto invernadero de gases producidos por la industria, vehículos y refinerías transformaron este sueño de opulencia, riqueza y desarrollo en la pesadilla de la sequía más pronunciada en la historia. Desde hace cuatro años, California libra la más perseverante lucha contra el castigo que la naturaleza le cobra. La infraestructura de agua californiana, obras de alta sofisticación de ingeniería civil, son incapaces de satisfacer la demanda diaria de 38 mil de millones de galones, por inexistencia de lluvias.

La autoridad estatal se debate en cómo dar prioridad al 61% del recurso acuífero requerido en su agricultura, en menoscabo de la sedienta población. Suprimir el uso de agua en riego de jardines, de parques públicos, canchas deportivas, lavado de automóviles y concientizar la población en el desperdicio son medidas que someramente alivian la crisis.

El fenómeno californiano podría estar más cerca de nosotros de lo que imaginamos. El calentamiento global, a veces confundido estacionalmente por los fenómenos del niño, trae consigo días más calurosos, evaporación acelerada y precipitación escasa. La regulación de nuestros afluentes no contempla grandes reservorios, en parte la solución a la crisis californiana, y pone en riesgo inminente sobrellevar una crisis.

Las autoridades regionales, la CVC, las empresas prestadoras de servicios públicos regionales, gremios y el Ministerio de Ambiente, deben liderar procesos de simulación para afrontar una situación previsible. El cambio climático ha venido tocando nuestras puertas. Las sequias en la costa atlántica, inundaciones en el centro y nuestro valle son advertencias que la madre naturaleza nos hace.

La crisis que vive el estado de California es voz de alarma. El Valle del Cauca, con semejanzas climáticas, debe prepararse para afrontar emergencias con efectos devastadores.

Los ríos de leche y miel de nuestra tierra prometida están en riesgo. Es momento de actuar.

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