Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.
Las estrategias contra el cambio climático son "urgentes e imperiosas". El continuo daño a la naturaleza es "una pequeña señal de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad", y la solución requerirá de un alto grado de sacrificio; una "audaz revolución cultural" en todo el mundo.
"Hay un consenso científico sólido" en que es un fenómeno innegable. Si no se toman medidas para frenarlo se reducirá el agua potable, se dañará la agricultura, se extinguirán algunas plantas y animales. El aumento del nivel de los mares podría terminar inundando algunas de las ciudades más populosas del mundo.
El cambio climático se da en parte de manera natural pero los estudios científicos indican que su "principal" causa somos los humanos. El "consumismo inmoral" ha llevado a la sociedad a un comportamiento que permite la degradación continua del medio ambiente. “La tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes -sobre todo el carbón, pero aún el petróleo y, en menor medida, el gas- necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora".
Los países ricos tienen una "deuda ecológica" con los países pobres. Los países en desarrollo están a merced de las naciones industrializadas que explotan sus recursos para alimentar su producción y consumo; una relación "estructuralmente perversa". Hay que rechazar el argumento de que sólo a través del crecimiento económico se puede resolver el hambre, la pobreza y se puede recuperar el medio ambiente. Es "un concepto mágico del mercado".
Se necesitan instituciones internacionales fuertes y regulaciones a nivel gubernamental para frenar el calentamiento global, pero es esencial que sean eficientes y organizadas con la potestad de sancionar a quienes incumplan las normas. "Es esencial lograr un consenso global para enfrentar problemas más profundos que no pueden ser resueltos por las medidas unilaterales de países individuales".
Las regulaciones por sí solas no resolverán todo el problema. Es preciso un cambio de perspectiva ética global para cuidar la naturaleza y hacer que los pueblos sean prioridad. Presión a los líderes políticos y sacrificio individual pues "muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico y político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático".
Es necesario formar redes sociales para presionar a los líderes políticos y para ayudar a los que han quedado desamparados y desempleados debido al cambio climático. Que todos hagamos pequeños cambios en los hábitos diarios, incluyendo el "uso de transporte público, compartir viajes en auto, plantar árboles y apagar luces innecesarias".
Todo lo anterior lo han venido diciendo científicos, intelectuales y columnistas, y se ha difundido por diversos medios pero no se le ha hecho mayor caso. Será que ahora, en un planeta mayoritariamente cristiano, le creerán al Papa Francisco en su encíclica sobre el medio ambiente.
Y por su parte Manuel Rodríguez Becerra, señalando el pasivo ambiental histórico de las Farc y del ELN, dice que “bien valdría la pena que en Comisión de la Verdad se incorporara el tema porque los daños han sido muy grandes, desde hace muchos años y de muy diverso tipo” (El Tiempo, 18/05/2015, p.13) pero de eso tampoco se habla en La Habana.