El Jodario

Por Gustavo Alvarez Gardeazabal

En menos de una semana el país ha sido objeto y testigo de muchas presiones, algunas públicas y otras que hasta el más pendejo se las imagina.

Alguien (¿Castro, Iván Márquez?) tuvo que presionar al presidente Maduro para que reculara con el decreto que nos mordía medio mar de La Guajira.

Alguien tuvo que presionar a Castro (¿Obama, el Papa?) para que, a su vez, presionara a Maduro y a los guerrilleros y el primero nos dejara tranquilos en el Golfo de Coquibacoa y los segundos volvieran a decretar un alto al fuego unilateral.

Todos leímos la cátedra de Periodismo que nos dio Gossaín entrevistando a Humberto de la Calle y haciéndole decir cosas muy perentorias para las Farc y para quienes se abonan a la continuidad de la guerra. Quien la leyó y tenga un dedo de frente entendió la presión mayúscula que hizo el Gobierno a la mesa de La Habana.

Si a esas luces benéficas se uniera una actitud desprevenida de estudiar la propuesta de Uribe de zonas de transición para la guerrilla y se le diera curso a las propuestas del fiscal Montealegre para encontrar puntos de equilibrio histórico sobre el fin de la contienda a la luz de la interpretación del derecho penal, estaríamos detrás de esa luz que nos saque del túnel.

Falta que el Presidente salga de su terquedad y acepte que para una paz duradera tiene que convencer no a los guerrilleros, sino a los colombianos que esa es la solución.

Para ello debe cambiar hasta de peinado porque donde siga actuando como lo ha hecho hasta ahora, nadie le va a creer.

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