Una vez más la violencia se prueba efectiva y eficiente. El país capitula. Nos queda claro que no hay negociación sino un proceso extorsivo; que no hay conflicto sino terrorismo; que no hay garantes sino alcahuetas. Las Farc altaneras sostienen que no se dejaran presionar. Los hombres de la resistencia, esos que no conocían el miedo, los héroes; han sido sustituidos.
Habíamos vivido ya los secuestros, el precio de la vida de los policías y soldados; la diferencia es que hoy todo eso es aceptable; nadie ha de impresionarse o pedir reacciones. Todo hace parte de la negociación. Se negocia en la mesa con discurso, y cuando las palabras no tienen el poder de imponerse, una estrategia de violencia parece fortalecerlas.
Volvemos a insistir en lo que es básico; no se puede negociar si las Farc no hacen un cese unilateral de todas las actividades criminales, concentrados en un puntos que permitan la verificación y con límites temporales. Esa es la única prueba de que hay voluntad de paz. Y no puede hablarse de un cese bilateral. No podemos simplemente abandonar a su suerte a los ciudadanos; a las Farc no se les puede creer y aun creyéndoles, hay otros generadores de violencia y crimen en el país que sabrían utilizar el receso del Estado para avanzar en su consolidación y avance territorial. Ahora, y aún después de la negociación, una vez las Farc dejen de ser terroristas –aunque dudo que sean algo más- en Colombia seguirá habiendo Estado y seguiremos necesitando la fuerza pública.
¿Por qué una violencia y la de las Farc son distintas? ¿Por qué sostiene el gobierno que combatir otros grupos armados, o criminales no organizados será más fácil y efectivo? Sigo sin entenderlo. Hablan del origen político de los crímenes que genera no sé qué característica que los hacen diferenciables y casi invencibles. Hablan de la capacidad de sustitución, de la coordinación y de la guerra de guerrillas frente a la cual la capacidad ofensiva del ejército es limitada. Sin embargo, no veo que el asunto tenga que ver con la justificación que se le otorgue a los crímenes; tiene que ver con los infinitos recursos que genera el narcotráfico y hoy, la minería ilegal.
Se parece a los tiempos donde Pablo Escobar le declaró la guerra el Estado colombiano y la violencia escaló. Entonces el país no capituló. Enfrascados, como estamos hoy, en el origen político; los cultivos ilícitos crecen y con ellos los recursos de las Farc; el tráfico de armas se multiplica y con ello la capacidad ofensiva de las Farc; el terrorismo avanza y el gobierno duda, pero sostiene que la paz ya viene. Parecen los súbditos del cuento, que ven el traje nuevo del emperador, mientras el emperador saluda desnudo ante la mirada atónita de los niños.