Por Paloma Valencia Laserna
Senadora de la República
 
Una de las preguntas más interesantes de la filosofía es si el discurso condiciona la realidad, o si por el contrario, la realidad genera los discursos. Si la ley puede modificar las conductas, o se limita a recoger los acuerdos morales de una sociedad; si aprendemos de la poesía los dolores del amor, o si la poesía recoge esos sentimientos; si los lideres recogen el discurso disgregado en la sociedad, o si por el contrario un discurso es capaz de alterar el destino de una sociedad.
 
Cualquiera sea la relación de causalidad, es interesante advertir que las posibilidades discursivas son infinitas, mientras un discurso sólo admite las posibilidades determinadas por sí mismo.

El discurso de la lucha de clases que propende por igualdad material, se enfrenta al discurso que le pide al ciudadano la conformidad con sus circunstancias, las castas en la India, por ejemplo; al de las oportunidades, donde la pretendida igualdad se predica frente a las opciones que tiene el ciudadano para determinar su propio destino, y no delega la responsabilidad al Estado. 

Sostengo que la política, en general,  se ocupa de cómo y no de qué. Todos queremos el bienestar social, la labor política consiste en trazar alternativas para llegar al él. Sin embargo, el concepto de lo que es deseable para la sociedad supone diferencias discursivas de fondo. Si el bienestar social surge de la perspectiva individual y aislada, o si por el contrario es un concepto que depende de la comparación con otros ciudadanos; es decir si el problema es de riqueza individual o de equidad.

Colombia ha venido atrapada en discursos poco propositivos. Por ejemplo, se repite como un mantra que la inequidad en Colombia tiene que ver con la distribución de la tierra. Sin embargo, las cifras no coinciden: la agricultura –ganadería incluida- representó en el 2014, según el Banco Mundial, el 6,7% del PIB, cifra en contracción, pues en el 2010 era 7,1%. Cálculos más optimistas del PNUD establecen que oscila entre 10% y 14% desde 1994. Genera, según Dane, cerca del 20% del empleo en el país.

¿Cómo el 10% o aún el 14% del PIB pueden solucionar el problema de la pobreza que vive el 29,3% de la sociedad? ¿Cómo una actividad poco productiva -que concentra el 20% de los empleados y no es capaz de representar ese mismo en el porcentaje del PIB- se puede usar como la promesa para solucionar el problema de equidad?

Aquel discurso es explicable porque los colombianos –como muchos latinoamericanos hijos de la colonización española- consideramos que la única riqueza son los recursos naturales; la repartición de lo que existe. La riqueza no se limita a lo que la tierra puede dar agricultura, minería… La mayor riqueza puede surgir de las industrias creativas; de la mente humana. La riqueza se puede crear. Mientras Colombia siga atrapada en discursos extractivos, sus posibilidades se limitan a los recursos naturales que existes. Debemos apropiarnos del discurso donde la riqueza se crea, y dejar que la mente exprese todo aquello de lo que somos capaces.