Por: Emilio Escobar Gutiérrez

Cuando una gran cantidad de elementos que circulan libremente confluyen a un mismo tiempo en un mismo lugar se configura un trancón. Ahora bien, cuando esos elementos son ideas es casi correcto definirlo como un “trancón mental”. La situación se resolverá cuando dichos elementos encuentren la forma de volver a fluir.

Bienaventurados quienes sufrimos en algunos momentos estos trancones mentales y logramos las soluciones esperadas; a diferencia de aquellos que sufren de una “insuficiencia mental” que les impide superar el caos del trafico y se quedan entre el humo sin llegar a:

– Darse cuenta de las acciones ilegales de un gobernante y su equipo, que manipulan las leyes para imponer sus proyectos, pasando por encima de los derechos civiles.

– Detectar la acción dolosa de tal gobernante por establecer una obligatoriedad de pagos de una supuesta “valorización por beneficio general” sin el cumplimiento de los requisitos que para ello establece el estatuto legal correspondiente.

– Calificar y juzgar a un grupo de miembros del gobierno municipal capaz de inventarse un “presupuesto” para un paquete de obras cuyos diseños no han sido llevados al punto final que permita irrigar su cobro de una manera equitativa y justa, sobre cuyo total ha comenzado a imponerles cuotas e intereses sin descontar las que, tal vez, jamás van a ser realizadas.

– Interpretar las acciones tendenciosas e inmorales del gobernante que se atreve a cobrarle, a mansalva y sobre seguro: la reparación de la malla vial que ha debido ser atendida con otros impuestos establecidos para tal fin; promocionar la construcción de centros escolares en sectores deprimidos de la ciudad, justo durante la campaña electoral de su hermano para el Senado, y luego expresar que estas “obras indispensables” las hará con dinero de sus impuestos, porque él no va a gastar su tiempo haciendo trámites ante el Ministerio de Educación, ente llamado a realizar estas obras específicas; construir un parque cerca a su despacho, con módulos para restaurantes y parqueadero que después será explotado por alguien distinto a quienes aportaron su dinero para este proyecto; atentar contra el patrimonio urbano de la ciudad, estrangulando una importantísima arteria vial confinándola a un túnel adyacente al río titular, sin resolver el drenaje necesario en caso de una creciente, para tener una plaza que albergará, sin lugar a dudas, a una pléyade de comerciantes informales, indigentes, viciosos y delincuentes, por la cual reclamará su autoría para ser recordada como un salto al progreso de la ciudad.

– Juzgar el absurdo de tal gobernante, de suspender o recortar proyectos necesarios para nuestra urbe, como la prolongación de la Avenida Circunvalar, para darles paso a otros suntuarios y discutibles.

– Reaccionar por el inmoral procedimiento del gobernante antes aludido, al utilizar a la Empresa de Renovación Urbana, EMRU, para evadir el cumplimiento de la Ley 80 de contratación pública, y establecer contratos asignados “a dedo”.

– Enterarse del drama de miles de conciudadanos que viven en extremada pobreza, cuyo único patrimonio es el “rancho” en el cual albergan a sus familias, pero que están a punto de perderlos por incapacidad económica de pagar los impuestos que el gobernante despilfarra, agravados por la “contribución” por una “valorización” que nadie entiende cómo va a aumentar los precios de sus propiedades.

– Alarmarse por el desbordado gasto del mencionado gobernante en la remodelación de sedes deportivas que no son del Municipio y construcción de locales y recintos que explotarán sus amigos en los años venideros

Esa “incapacidad mental” los lleva, además, a creer a pie juntillas a los grandes contratistas civiles, a los gremios de profesionales que, trabajando para el Estado, buscan acrecentar su riqueza, al periódico que se lucra con las pautas oficiales y a los politiqueros de la rosca del gobernante que, de una u otra manera, se verán favorecidos con el festival de contratos que saldrán de los proyectos que pretende realizar el burgomaestre, cueste lo que costaren.

Igualmente, la “incapacidad mental” de tales personajes les hace repetir, sin argumentación lógica, que quienes se oponen a la ilegalidad y los atropellos del gobernante local, que solicitan una intachable claridad en los procedimientos por él utilizados, que claman por una priorización de obras y cobros proporcionales a lo que se vaya ejecutando, son “opositores al progreso de la ciudad”.