Por Guillermo E. Ulloa Tenorio
Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.
Aunque presumimos la mayoría de incendios forestales son accionados por la acción humana, el fenómeno también es atribuible al cambio climático. Una escasa capa vegetal estimula el crecimiento, en su etapa inicial, de plantas arbustivas con poca capacidad de retención de humedad. Las altas temperaturas van secando el arbusto. Esta deshidratación provoca la emisión de etileno de altísimo poder de combustión. Tan solo se necesita una chispa para que el etileno de la vasta zona arbustiva se encienda con extraordinaria rapidez. Las corrientes de aire, que el calor produce, se encargan de propagar en pocos segundos el área, sin direccionamiento alguno, convirtiendo la tarea de extinguirlo incontrolable.
Los cerros caleños, que encajan esta descripción de cobertura vegetal arbustiva, son altamente vulnerables. En una reciente conflagración se perdió un loable proceso de reforestación, con meses de planeación y trabajo. El fuego, acompañado de fuertes vientos, típicos de la época seca, consumió un área de 35 hectáreas en pocas horas. Las barreras de cortafuegos sembradas y aéreas de protección no fueron suficientes para prevenir su rápida dispersión.
Los incendios forestales están devastando aéreas de enorme riqueza en biodiversidad. Afectan claramente las cuencas hidrográficas de los ríos, disminuyen sus caudales y reducen la capacidad de los acueductos.
Desde hace veinte años, el DAGMA, conjuntamente con la CVC y Parques Nacionales, viene formulando, la cartografía de gestión de riesgo para prevenir incendios forestales. Lamentablemente, convertir su formulación en verdadero proyecto de prevención ha contado con insuperables barreras presupuestales. Los esfuerzos de reforestación se han dejado a organizaciones y fundaciones, quienes a su vez acuden al sector privado para financiar la labor.
Por otro lado los Bomberos Voluntarios de Cali realizan una titánica tarea veraniega controlando los incendios forestales que por estos días se encienden en nuestros cerros tutelares. En lo corrido del año, en Cali, tanto en su zona urbana como rural, se han registrado 416 emergencias. Ha sido una difícil faena para la organización caleña.
Afortunada y orgullosamente para nuestra ciudad contamos con uno de los más avanzados cuerpos bomberiles, técnica y tecnológicamente, en América Latina.
El compromiso de una política de estado de prevención que involucre nación, departamentos y municipios es inaplazable. Las limitaciones presupuestales no son excusa para afrontar una consecuencia del cambio climático global.
El municipio de Cali, a través del DAGMA, es el llamado a liderar la convocatoria de un proyecto regional de las características que las circunstancias demandan. Se requiere creatividad, convirtiendo una amenaza en una envidiable oportunidad de liderazgo en búsqueda de soluciones para la ciudad, comunidad y el medio ambiente.
La responsabilidad y compromiso regional sería nuestro pequeño aporte ante las inevitables amenazas del cambio climático global.
@geulloa