El Jodario
Por Gustavo Alvarez Gardeazabal
Cartagena es la ciudad turística por excelencia de este país pero los concejales de esa ciudad no solo no lo entienden sino que quieren que ella se convierta en un convento en donde las normas municipales rijan el comportamiento íntimo de sus habitantes y visitantes.
En un acto muy cercano a la ridiculez, llevan varias sesiones discutiendo la manera como pueden prohibir a los menores de 18 años bailar la champeta y hasta como impedir que las emisoras pasen las horrorosas canciones del reguetón.
Al mismo tiempo, y como si ya no fuera poco en su ridiculez, han presentado un proyecto de acuerdo mediante el cual se le prohíbe a cualquier individuo, habitante o turista en Cartagena, pasear por sus calles sin camisa.
Según esos concejales todas esas cosas, bailar champeta, cantar reguetón o salir sin camisa ofenden la moral pública.
Por supuesto no ofende para ellos la moral pública el que los caballos cocheros se desplomen en las calles porque no hay normas que obliguen a cuidarlos debidamente, a no sobrecargarlos o darles un horario de trabajo acorde con la anacrónica terquedad en mantenerlos circulando por las calles para así garantizar los votos de 50 familias de aurigas en las elecciones del próximo octubre.
Tampoco ofende a los concejales de Cartagena quedarse ciegos sin preguntar por qué prefieren gastar una milmillonada en el paseo de la bahía frente a Castillogrande, (barrio exclusivo de ricos cartageneros y bogotanos) y no reparan los andenes desiguales de Bocagrande donde están construyendo más de 3.500 habitaciones para turistas.
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