Por: Benjamín Barney Caldas

Una campaña de partido a la Administración de una ciudad debe ser alrededor de un programa integral que incluya propuestas jerarquizadas para la promoción del trabajo, educación, salud, vivienda, cultura y recreación. Concretamente, ideas urbano-arquitectónicas para la ciudad en tanto artefacto. Y a lo que debe estar dirigida es a mejorar la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos. Pero, al mismo tiempo, debe considerar las necesidades especificas de las minorías, como niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, hombres o mujeres; igualmente los enfermos, incapacitados o heridos; los pobres y los muy pobres y hasta de los ricos y no tan ricos pero que son los que más pagan impuestos. Además de ciertos problemas específicos, de toda índole, de la ciudad en cuestión.

Pero no bastan sus propuestas completas y realistas, pues también se debe ocupar de presentar sus correspondientes candidatos a la Alcaldía y Concejo, como los que los acompañaran desde el Congreso Nacional. Candidatos que no necesariamente tienen que ser de la ciudad, que pretenden orientar, pero sí y sobre todo, que la conozcan bien. Y debe ser explicita en quienes los financian, representan y rodean, y en su formación, experiencia y experticia. Sobre todo, en lo que tiene que ver con la ciudad en tanto artefacto y obra de arte colectivo. Y en el caso del candidato a la Alcaldía, que por lo menos los tenga suficientes para que pueda escoger un Director idóneo para la Secretaría de Planeación, cuyo nombre, por lo demás, debería ser parte de la campaña misma, pues deber ser la que oriente el desarrollo de la ciudad.

Candidatos que por su cultura vean más allá de los manidos temas “sociales” y “económicos”, para los que, además, siempre se tienen los necesarios consejeros. Que comprendan que es tan necesaria para la calidad de vida ciudadana una biblioteca como un puesto de salud, o la policía como una orquesta sinfónica, o un hipódromo como un estadio. Que entiendan que es más importante la ciudad que la vivienda. O un parque como una vía. Que sepan diferenciar los verdaderos parques de las zonas verdes y éstas de los humedales, por ejemplo, y que entiendan que en las calles el andén es tan importante como la calzada o incluso más, pues es lo que hace que este espacio público por excelencia lo sea para la gente y no apenas para los carros. En fin, que su ignorancia no los lleve a pensar que el sardinel es apenas un detalle.

Una buena campaña debe lograr que los electores no vendan su voto por un saco de cemento sino que lo den por una verdadera ciudad, y para eso hay que educarlos primero. Pero no es apenas una educación convencional en los medios de comunicación, sino lograrlo a través de la campaña misma, dando buen ejemplo, y no lo contrario, como lamentablemente pasa pues suelen ser depredadoras del espacio público con sus pasacalles, pintadas, ruido, aglomeraciones y demás. Y así como la empresa privada logra con diseño y estricto control el buen comportamiento de los usuarios de los centros comerciales, el Estado puede comenzar por hacer lo mismo, preferiblemente en el centro histórico de cada ciudad. Que es por donde debe comenzar una buena campaña pues es la parte de las ciudades en donde confluimos todos pese a todo.