Por P. Héctor De los Ríos L.

Vida Nueva

Hambre de pan, hambre de Dios
2Reyes 4, 42-44: «Comerán y sobrará»
Salmo 145(144): «Abres tú la mano, Señor, y sacias de favores a todo viviente»
Efesios. 4,1-6: «Anden como pide la vocación a la que fueron convocados»
San Juan 6,1-15: «Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo

La Liturgia de hoy nos ilumina sobre una actitud vital de Dios y del cristiano: valorar al prójimo. Dios da siempre, y el cristiano está llamado a transmitir este rostro del Dios que da.

Un hombre bueno no duda en dar lo mejor a Dios (las primicias). Y el hombre de la primera lectura ha sabido dar. Pero Elíseo, a su vez, da también. Sabe que Dios cede su derecho al necesitado, al pobre, a todo el que se hace pequeño (cfr. Is. 58, 5-7) y por ello ordena se reparta la ofrenda entre gente necesitada. Puede que en nuestra vida no hayamos descubierto el puesto trascendental que el necesitado ocupa en el corazón de Dios y, al ser cortos de vista, busquemos excusas, como las del criado de Elíseo. La verdad es que nos cuesta desprendernos y dar. Cuando el hombre se compromete a dar, en nombre de Dios, ese poco que tiene y que pertenece al pobre, entonces vendrá el milagro.

San Pablo nos habla desde la cárcel. Está prisionero, y un prisionero cristiano «sabe dar» desde la cárcel. Da lo que tiene y puede dar: consejos. El Apóstol ve desde la cárcel los problemas que han surgido en Efeso: tensiones, críticas, malestar y por ello les invita a sobrellevarse mutuamente con amor (principio muy válido para todos los tiempos); aunque las opciones sean distintas, aunque los criterios sean dispares, los cristianos tenemos que esforzarnos por mantener la paz del Espíritu,

Jesús siempre da; nunca presta. Nosotros, en cambio, cuando damos, prestamos. La gente que lo sigue pasa hambre: un problema concreto. Y no hay solución humana posible por el momento; sólo hay cinco panes y dos peces y los que pasan hambre son cinco mil. Estamos en una situación sin salida, como en otras ocasiones. (Caná, Lázaro, etc.). Jesús que ha venido a dar y a darse, exige este poco ("cinco panes") que puede dar el hombre; lo necesita. El pondrá el resto y comerán todos.

Y así fue, con la particularidad de que sobró mucho. Estas «sobras» son importantes, pues están cargadas de simbolismo: es la sobreabundancia del alimento con el que Cristo saciará a su pueblo.

Pero el hombre es incansable en su egoísmo, y quiere todavía más; no le basta lo que ha recibido. Quiere más, y del don del pan pasan a otras aspiraciones para las que Jesús les podría servir de pieza clave. Querían servirse de Él, sin importarles mucho lo que fuese El.

Pero Jesús no se deja instrumentalizar. No quiere pasar a la historia como un político vulgar, sino como el que ha salvado de verdad a su pueblo derramando en su favor hasta la última gota de  su sangre.

El cristiano tiene que definirse ante este mensaje, sintetizado en las lecturas de la Liturgia de hoy. El que da y se da con humildad al pobre, al enfermo, al hambriento, al encarcelado, al necesitado, escuchará de labios del Señor: «Ven, bendito de mi Padre, recibe la herencia del Reino»

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. ¿Soy agradecido con Dios por todas las formas de vida que recibo diariamente?

2. Si necesito alimentar mi espíritu como alimento a mi cuerpo, ¿qué estoy haciendo acerca de esto?