Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


Finalizando el plazo de inscripción de candidaturas a gobernaciones y alcaldes, la ciudad presencia un variado abanico de candidatos, de un sinnúmero de tendencias ideológicas, diversa procedencia, formaciones académicas y edades. Hoy han presentado su propósito de postularse al primer cargo municipal siete candidatos, el mayor número de aspirantes desde la primer elección popular de 1988, cuando la ciudad tuvo trece candidatos.

En esa ocasión, el alcalde liberal elegido obtuvo su victoria con una votación ligeramente inferior al 30% de votantes, en una ciudad de 1.5 millones de habitantes. La contienda del año 1990, en la cual el número de aspirantes se redujo a cinco, divisiones del partido liberal favorecieron la elección de alcalde conservador, con sorprendente mayoría de 11 integrantes liberales al Concejo Municipal. En elecciones posteriores se fueron reduciendo el número de candidatos, facilitando al electorado la elección, con máximo tres candidatos. En los últimos años la tendencia de reducir aspirantes llevó dos candidatos fuertes a la disputa final.

Cali, hoy con 2.5 millones de habitantes y un potencial electoral de 1.6 millones votantes, goza de un variado abanico electoral. Sin embargo, la problemática de la complejidad urbana, difícil convivencia y actual coyuntura nacional, difiere diametralmente a los anteriores procesos. En el fervor democrático actual de la ciudad los candidatos deben presentar planes y proyectos concretos, con visión de largo plazo, para consolidar una ciudad-región que en pocos años la convertirán en “mega ciudad” latinoamericana con más de 10 millones de habitantes.

El electorado no puede equivocarse en este proceso histórico que tendrá como misión proyectar la ciudad hacia un ordenado crecimiento y desarrollo. Está en juego la existencia y supervivencia de una ciudad marcada por su destino colonial de cruce de caminos.

No puede confundirse la simpatía, jolgorio, ansia de poder, victimización, lucha y desequilibrio social, criticas, entre otros, del discurso electoral de los aspirantes con la realidad del perfil ejecutivo del gobernante que la ciudad requiere.

Por encima de tendencias, contiendas partidistas y muestras de poder, la ciudad necesita un renovado modelo gerencial, con visión de futuro, construyendo de manera conjunta soluciones a los problemas que aquejan la ciudad, o amenazan con perturbar de manera grave su sostenibilidad y convivencia.

El gran desafío es proyectar la ciudad que queremos para los próximos 20 años, cuando Cali estará cumpliendo su primer medio siglo de existencia.

La probada experiencia en cargos públicos, una solida formación académica, un conocimiento de la complejidad política, trabajando al unisonó en equipo y liderando procesos de cambio, enmarcados bajo principios fundamentales de equidad, fraternidad, justicia, libertad y orden, forman parte del perfil del gobernante que la ciudad requiere y se merece.

Analicemos cada uno de los aspirantes. Elijamos en conciencia. Las futuras generaciones nos agradecerán siempre.

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