Por Paloma Valencia Laserna
Senadora de la República
 
La caída de un avión caza, en Codazzi Cesar, seguida a los pocos días, por la caída de un helicóptero en el Uraba antioqueño genera muchas dudas. Dudas, frente al comportamiento de las Farc en su supuesta tregua. Dudas después de que fueron incautadas más de 200 granadas antiaéreas de las Farc. Dudas porque el triunfo más celebrado por el terrorismo son los golpes a la aviación, factor decisivo para la superioridad de nuestras Fuerzas. Dudas porque ha sido una practica habitual del gobierno negar que las Farc tienen la capacidad de derribar aeronaves, y más aún, negar violaciones a la “tregua unilateral”.

A principios de junio, el Ejercito denunció un plan de las Farc para atacar los helicópteros de la fuerza pública con tatucos lanzados desde rampas cerca de base militar en Toribio, Cauca. Ese mismo mes cuando un helicóptero militar aterrizaba en el Catatumbo fue derribado con una carga explosiva de las Farc. Hubo cuatro muertos y seis heridos. Las primeras versiones negaban que las Farc hubieran tenido que ver. En esos mismos días un helicóptero que trasladaba a policías desde la cabecera municipal de Argelia hacia el corregimiento del Mango en el Cauca fue hostigado por las Farc.

En mayo otro helicóptero Black Hawk del Ejército cayó en la Uribe, Meta dejando 5 tripulantes muertos. El Ejército sostuvo que no había indicios de hostigamiento. Así lo aceptó el país, aunque hubo quienes tuvieron dudas.

Dudas fundadas, pues veníamos de un sinuoso camino. En enero de 2014 cayó un helicóptero en Anorí y días antes otro en Briceño, el Gobierno había dado la versión de accidentes y fue el ex Presidente Uribe quien develó la verdad de lo ocurrido en Antioquia; habían sido las Farc. Luego, el propio Timochenko reconoció que las Farc habían derribado esos helicópteros.

En el 2012 hubo casos similares. Un avión Supertucano cayó en Jambaló Cauca, la Fuerza Aérea dijo que no había sido derribado, así lo corroboró la comisión de inspección; pero un comunicado posterior de las Farc los desmintió; celebraron “el derribo de un avión súper tucano por nuestro fuego antiaéreo” y entregaron el cuerpo del piloto.

 

Podría extenderme aún más en ataques y versiones. Sin embargo, lo que el país necesita es conocer los responsables. Si las Farc atacaron el avión o el helicóptero, los diálogos de la Habana deben suspenderse. Si, en cambio, las aeronaves caen por fallas de mantenimiento debemos concretar responsabilidades. ¿Tendrán estos accidentes aéreos origen en mantenimientos negligentes de las aeronaves? ¿Quién presta este servicio? Recuerdo un informe donde el “polémico contratista del sector defensa” recibió 55 mil millones para mantenimiento de aeronaves, y se catalogaba con alto riesgo de incumplimiento, y sin embargo se le daban más contratos pues se trataba del mejor amigo del Presidente. ¿Será acaso, ese mismo “polémico contratista” (que es ahora, para sorpresa total, uno de los beneficiarios con cuotas para exportación de panela) el mismo encargado de las aeronaves accidentadas? Ese si sería un gran dilema para el gobierno; ¿las Farc o el mejor amigo?