Por Paloma Valencia Laserna
Senadora de la República
 
El Gobierno de Santos es de actuar sinuoso de manera que nadie puede saber con certeza que dice o piensa. Se refugia en lo impreciso, se esconde en las ambigüedades y se aferra a lo superficial. Sin importar la causa el resultado final es que el país no le cree.

 

 

Los intentos por recuperar la imagen y la gobernabilidad siguen el patrón ya desgastado: horas de publicidad; el mandatario en escenarios repletos de frases que aseguran que están cumpliendo; ministros viajando a las regiones; promesas de gigantescas inversiones para calmar los ánimos de las promesas ya incumplidas. Insisten en que todo es culpa de la oposición; que miente, que tergiversa, que es de mala fe, que es enemiga de la paz y amante de la guerra. El resultado no se altera.

La nueva táctica es utilizar términos que vienen de las propuestas uribistas sobre el proceso de la Habana, para mostrar un falso consenso. Dijo el mandatario que la propuesta de Uribe sobre la concentración era necesaria. Es la misma que sostuvo Uribe en su gobierno: no se puede negociar mientras las Farc no acepten un cese unilateral de todas sus actividades criminales, y para que no sea sólo un anuncio, se requieren puntos de concentración. Santos, en cambio, se refiere es la concentración final; una vez el proceso de negociación haya terminado. En le dinámica de proteger el proceso, el gobierno hoy garantiza que puede verificar el cese unilateral sin concentración; y claro que puede hacerlo cuando el reporte es que se está cumpliendo, sin importar lo que suceda en realidad.

Ahora, Santos se refiere al congresito, que fue una propuesta de Uribe a propósito de los mecanismos de refrendación de los acuerdos. Y otra vez, lo hace desnaturalizando el sentido de la idea. El gobierno prometió que la última palabra sobre el proceso de negociación lo tendrían los colombianos a través del voto. Mucho se especuló sobre la estrategia de aprobar el complejo texto de la Habana, bajo la fórmula simplista de si quiere la paz o no.  El análisis de todo lo que se ha venido acordando requiere mucho más que una simple votación de si o no, se requiere la posibilidad de analizar, condicionar restringir o aprobar parcialmente; por eso se planteó la un órgano legislativo transitorio como de las una alternativas que podrían servirle a Colombia para modular los acuerdos.

Por supuesto, un congresito refrendatario no es, ni puede ser una constituyente. Las Farc y el Gobierno han mantenido una negociación en secreto porque al final los colombianos, como colectivo social, aceptaremos o no lo concertado, y la sociedad haga su propuesta final. Una vez aquello ocurra y si son aceptados por lo menos algunos de los acuerdos, vendrán los mecanismos de implementación. Una constituyente o un congresito donde participen las Farc no sería una refrendación, sino parte de la implementación. Los colombianos no podemos permitir que nuestras facultades para decidir en última instancia sobre los acuerdos, se diluyan en ambages.