El Jodario

Gustavo Alvarez Gardeazábal

En el Tuluá de mi infancia, el hombre más rico era Carlos Sarmiento Lora, dueño del Ingenio San Carlos, quien se mitificaba a sí mismo por su desbordante generosidad y la hacía pública a través de su apoyo total al Deportivo Cali.
 
En Tuluá, entonces, por apego al mito o por una pertenencia indirecta, los fanáticos del Cali eran muchos más que los del América. Y yo, que llegué a viejo sin saber lo que es una pasión, a veces me interesaba hasta saber del Boca Juniors, de Anibal Aguirre Arias, a quien nadie seguía, para no caer en el montón.
Pero la vida castiga. Cuando llegué a hacer política en Cali, me envolví en las banderas de Pardo Llada y su Movimiento Cívico y tuve que hacer mucho esfuerzo para no quedar confundido con las del Cali porque Pardo Llada era su vocero radical y periodístico.
 
Y como quien no quiere una taza tiene dos, la vida me unió por afectos y gratitud con María Clara Naranjo en momentos en que ella tomaba en sus manos la bandera del equipo de fútbol caleño y me tocó saber y pensar por un equipo que para muchos es gloria del Valle y para los otros el que siempre hay que derrotar.
 
Fernando Millán acaba de sacar un libro abrumador, que debe hacer llorar a los partidarios del equipo. ‘Una pasión vestida de verde’ se titula y, leyéndolo, gozándolo, repasando las experiencias de Willington, de Arboleda, de Desiderio y de todos los que ayudaron a volver al Cali lo que finalmente terminó siendo, alcanzo a entender cuánto puede sentir un fanático del equipo pasando página por página de esa historia de amor y fe que, por supuesto, recomiendo a los miles y miles de seguidores que ha conseguido el Cali, regados por todo el país, pese al tonito oligarca y fastidioso de sus accionistas dediparados.
 
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