Por Luz B. Jiménez/Pablo Borrero

Si bien es cierto que durante el desarrollo de las campañas electorales, los candidatos hacen toda clase de promesas con el fin de cautivar a los potenciales electores, lo que se ha podido evidenciar es que en tratándose de la elección de alcalde y gobernador para la ciudad de Cali y el departamento del Valle a realizarse el 25 de octubre, pocas veces se ha visto a unos candidatos presentar tantas promesas de campaña, muchas de las cuales son producto de su imaginación y no de la realidad económica, financiera, fiscal, social, etc., las cuales no podrán convertirse en realidad, ya que las mismas tan solo tienen sustento en una realidad aparente e ilusoria que poco o nada contribuirá a resolver los graves problemas que aquejan a caleños y vallecaucanos.

Esta circunstancia termina restringiendo el juicio y el razonamiento de los electores que se dejan seducir con los halagos y promesas que de transformarse en políticas públicas únicamente constituirán paliativos que a la larga agravarán aún más la situación que viven caleños y vallecaucanos.

Dicho fenómeno cobra especial importancia en momentos en que buena parte de los caleños y vallecaucanos han perdido la confianza en sus gobernantes y la sociedad aboga por un cambio social y político, al tiempo que se agudizan los conflictos sociales relacionados con la incapacidad e incompetencia de los gobernantes de turno que no vislumbran las soluciones de varios problemas que como el de la distribución y sequía de los caudales de los ríos tutelares de la ciudad y del departamento, han sido diferidas en el tiempo sin que exista justificación alguna para ello; o el de proveer por la seguridad de los ciudadanos que hoy sufren el embate de la criminalidad y de las pandillas existentes en ciertos barrios y sectores de las ciudades del departamento, etc.

La labor de construir ciudad y región acorde con los intereses y necesidades comunes de los ciudadanos no es tarea fácil y seguramente demanda de mucha vocación de servicio en favor de la comunidad. Sin embargo su cumplimiento no depende simplemente de la voluntad del candidato y/o gobernante de quien se espera el poder de superar las dificultades que conlleva el ejercicio de la función pública, lamentablemente reducida en nuestros días a la contratación de obras de infraestructura y de renovación urbana con las cuales se están desplazando a los ciudadanos de sus viviendas y negocios de manera arbitraria e injusta, contrataciones estas que se vienen realizando a través de las denominadas alianzas público privadas con las que se desangran los presupuestos oficiales y se condicionan los respaldos y las adhesiones políticas de los candidatos que aspiran a ser elegidos por los ciudadanos convertidos en simple masa electoral.

No hay que olvidar que gran parte de los presupuestos de Cali están comprometidos con vigencias futuras por varios años y contratos a largo plazo que el nuevo mandatario debe cumplir, casi siempre relacionados con la construcción de grandes obras que solo benefician un sector de la sociedad.

Los caleños y vallecaucanos deben exigir la concreción de soluciones reales a los problemas reales que los aquejan en materia de empleo, seguridad, movilidad, servicios públicos, vivienda, salud, educación, independientemente de quien sea el nuevo alcalde o gobernador, al tiempo que deben desentrañar de las promesas y discursos de campaña el interés que representan y defienden los candidatos, disfrazado en muchos casos de interés general, social, humanitario, filantrópico que se anuncia tras la fachada de la campaña electoral.

Entretanto los caleños y vallecaucanos deben exigir las garantías para realizar las acciones políticas y sociales dirigidas a construir con las fuerzas políticas, sociales y regionales de carácter democrático y progresista una nueva realidad social tendiente a sustituir la vieja y desueta realidad política, electoral que se sumerge en medio del letargo, la pasividad, el conformismo, la politiquería y la corrupción, mientras se impone la necesidad de crear otra realidad social y política más activa y dinámica, amante de la paz con justicia social, ampliación de la democracia y el bienestar general en igualdad de condiciones para todos los caleños y vallecaucanos.

VEEDURIA CIUDADANA POR LA DEMOCRACIA Y LA CONVIVENCIA SOCIAL

El Control Ciudadano Sobre la Gestión Pública es Condición Indispensable para el Ejercicio de la Democracia y la Convivencia Social