Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.
Las viviendas aparecieron mucho antes que las ciudades, pero después estas fueron mucho mas que un mero conjunto de casas. Aunque ya en Roma las había en altura, las insulae, que ocupaban toda una manzana, y desde la Edad Media son comunes las casas de varios pisos, los edificios de apartamentos de muchos pisos son una (mala) solución de origen norteamericano a la sobrepoblación de las ciudades en el siglo XX, posible por el gran desarrollo técnico de la construcción.
Pero en Cali, además, los constructores de vivienda se limitan a repetir ad nauseam, el mismo apartamento de un piso entre planos horizontales, suelo y cielo lo mas cercanos que permitan las normas, en el mismo edificio conformado por una planta baja, muchos pisos “tipo” es decir idénticos, y si acaso un ático como lo llaman los españoles. Prototipo repetido igual por todas partes de la ciudad: en las faldas de la cordillera, en el plan, en sus diferentes barrios y hasta en los suburbios, bien orientados o no.
Es desconsolador que exista gente que prefiera que vivir en esos “emparedados” de solo tajadas idénticas de pan ateniéndose a varios mitos al respecto. Comenzando porque prefieren hablar de sandwich, penthouse y family room; porque no ven que las vistas que les venden caras serán tapadas por otros edificios iguales; porque dizque son mas seguros pese a que son los preferidos de los atracadores; y porque precisan menos personal de servicio, como si porteros y vigilantes 24 horas no lo fueran.
Y por supuesto es preocupante que se críen mas niños “viviendo” en el aire, lejos de patios, jardines, calles y parques, viendo la vida por televisión y comunicándose con los demás por sus smartphones. Y que de esas cuatro paredes bajan por ascensor al carro para ir al colegio a las afueras de la ciudad, los fines de semana al club y si acaso a algún centro comercial, un mall, perdón, y en las vacaciones a Miami pues Cartagena está muy caro.
Pero desde luego es posible hacer edificios de vivienda diferentes, como por ejemplo las Torres del Parque en Bogotá, de Rogelio Salmona, cuyos últimos pisos están retranqueados dejando amplias terrazas, casi patios; o como el proyecto en Cali para el Sector del Hoyo-Piloto, de 1981, para Erucali, de apartamentos de uno hasta cuatro dormitorios, de uno o hasta tres pisos, esquineros o medianeros, afuera o adentro de las manzanas.
Todos con la misma estructura, y los mismos materiales y componentes para los diferentes elementos como cerramientos, cubiertas, divisiones, puertas, ventanas y armarios empotrados (closets), y de espacios similares para baños, cocinas y lavanderías. Lo que les confería suficiente uniformidad a los edificios, como sucede con los siete apartamentos de uno o dos cuartos del edificio San San Sanfernado (como cantaba Lucho Bermúdez hace medio siglo en el Club que se robaron), todos parecidos pero diferentes; como la gente.
Ahora hablan a cada rato de ciudades inteligentes, edificios inteligentes (y verdes), teléfonos inteligentes, maletas inteligentes y hasta de papel inteligente; pero donde está las personas inteligentes que prefieren vivir en una vivienda con patio con vergel y perro, así sea en un quinto piso como en el Edificio García, 1939, en Barranquilla, del arquitecto cubano Manuel Carrerá, el que debería ser objeto de estudio en las universidades.