Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


Pocas veces ha sido bofeteada incesante y humillantemente nuestra nación. A nuestros hermanos se les desconoce sus sagrados derechos humanos. Son pisoteados, abusados y tratados como escoria por un régimen que mofa de su condición de ciudadanos colombianos. Sin compasión, los niños, lo más sagrado de la sociedad, son arrebatados de sus familias, forzados a atravesar el fronterizo rio Táchira, huyendo de la persecución de la Guardia Nacional Venezolana. Las intenciones diplomáticas han sido catalogadas caricaturescamente. Tal como sucedió en el preámbulo del holocausto Nazi hitleriano, las casas de colombianos han sido marcadas para ser demolidas, con despreciable humillación hacia nuestros compatriotas.

Olvidando que los pueblos fronterizos del mundo entero, desde tiempos pretéritos, conviven sana  y pacíficamente como albergue natural de comerciantes, hábilmente, Nicolás Maduro, quien afronta elecciones en el mes de Diciembre, atravesando una bajísima aceptación del 24%, fabricó una cortina de humo declarando un estado de emergencia afectando la frontera con Colombia, aduciendo paramilitarismo, tráfico de drogas y violencia.

El gobierno Santos, entregado desde hace años, al régimen chavista venezolano, buscando el aval en el proceso de negociaciones en Cuba, esta vez fue atropellado. Las diabluras simpáticas de Chávez, hoy son travesuras infantiles, comparadas a las demencias de su sucesor. No le bastó amenazar con el polémico decreto limítrofe el pasado mes de Mayo en intento de azuzar nuestra soberanía, sino que ahora envió sus malintencionadas, agresivas y ofensivas tropas a maltratar la población colombiana de pacíficos habitantes fronterizos.

El fenómeno de migrantes colombianos retornando a su tierra en los últimos quince días sobrepasan diez mil. Las poblaciones fronterizas, empiezan a sentir el drama y crisis humanitarias comparables con las extremas situaciones de desastres naturales sufridos.

¡Y es tan solo la punta del témpano! La crisis humanitaria es de proporciones alarmantes.

Cinco millones de colombianos viven en Venezuela. Sombrío, oscuro y difícil panorama nos espera. Los albergues temporales, que reciben deportados y desplazados, en pocos días, se quedarán sin medicamento, alimento, ropa y en precarias condiciones higiénicas.

Debemos recibir los compatriotas que hoy son amenazados, perseguidos y maltratados por el régimen delirante, trastornado y desquiciado. La injusticia humanitaria provocada por Venezuela probará la capacidad de respuesta institucional. Buscarle oportunidades a miles de familias será una labor titánica para el gobierno nacional, entidades de socorro y población.

El éxodo continuara pareciéndose al fenómeno de refugiados del conflicto bélico Sirio. La diferencia radica en que estos refugiados están siendo acogidos por la comunidad Europea cuando la situación provocada por Venezuela solo afectará e impactará nuestro país, en difíciles momentos de desarrollo y estabilidad económica.

Nuevamente se pone a prueba nuestra dignidad, capacidad diplomática y contundencia frente al peor vecino que Colombia ha tenido en su historia.

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