Por Guillermo E. Ulloa Tenorio
Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.
Colombia ha sido tradicionalmente un país donde la ingeniería civil se ha destacado por obras de envergadura en su agreste topografía. Los ricos yacimientos de caliza impulsaron la industria cementera. El abundante material de rio, piedras, grava y arena concedían el complemento ideal para crear y utilizar, en obras de infraestructura, puentes y viaductos. Obras en concreto como el puente sobre el rio Chinchiná, diseño de Doménico Parma Marre, el viaducto Cesar Gaviria Trujillo en Pereira, el puente Alfonso López Pumarejo en Barranquilla y el reciente inaugurado Viaducto Provincial en Bucaramanga son algunas obras que combinan creatividad y belleza a los difíciles entornos de la topografía colombiana.
El crecimiento vehicular de las ciudades ha demandado obras de infraestructura para la movilidad urbana, volcada hacia el diseño de soluciones viales con cruces a desnivel. La ingeniería local recibió complacida el desafío y empuñó su esfuerzo en dotar las ciudades con excelentes obras. El plan vial típico de la ciudad colombiana asimiló el de la ciudad norteamericana extensiva, dotada de corredores rápidos, limitadas intersecciones a nivel y puentes vehiculares buscando mejorar tiempos de recorrido.
Lamentablemente, en este afán constructor, la semaforización vial inteligente fue abandonada como complemento ideal al plan de movilidad urbana.
Con el paso del tiempo, la red no se modernizó y cayó en obsolescencia. No se actualizaron, ni se integraron los centros de monitoreo y control de tráfico de la red, desarticulando un sistema, que debía ser moderno, eficiente, seguro e inteligente.
La red semafórica inteligente moderna detecta el flujo de tráfico vehicular incrementando automáticamente el tiempo requerido para su fluidez. Consecuentemente mejora la velocidad promedio de desplazamiento, densidad vehicular y ocupación de la vía. Con la puesta en marcha del transporte masivo, una red inteligente, eficiente y segura, debe otorgar prioridad al sistema para reducir sus frenadas, ahorrando combustible y mejorando el tiempo de recorrido en beneficio del usuario.
La actual “ola verde”, accionada manualmente, podría ser realizada por sistemas inteligentes de monitoreo y tráfico, en vez de desplazar 46 agentes de otras funciones vitales de tránsito.
Al municipio le ha faltado decisión y visión frente al tema de movilidad empleando la utilización eficiente de la semaforización. Modernizar, instalar, ejecutar y poner en funcionamiento una red semaforizada cubriendo ampliamente la red vial y los flujos vehiculares, peatonales, del sistema de transporte masivo y ferrovial es infinitamente inferior a la inversión realizada en las inconclusas Megaobras, de precario beneficio en movilidad.
La inteligencia vial debe ser aplicada desde la misma concepción del diseño vial de la ciudad. La ciudad moderna, eficiente e inteligente cambia el predominio del concreto, como solución al tema de transporte, complementado con avances tecnológicos y digitales disponibles.
Cali merece integrar la belleza de su entorno con inteligencia digital.
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