El Jodario
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Medellín es la ciudad que más librerías y bibliotecas tiene por habitante en Colombia. La tradición librera del siglo XX, que hizo tan famosa la Continental y Mundo Libro, no ha podido perderse ni con el vértigo de los 140 caracteres del twitter.
Por estos días, que se celebra la Fiesta del Libro en el Jardín Botánico, hay una eclosión de buenos libros de autores antioqueños, que siguen produciendo ilusionados y, a veces, causan palpitaciones ignotas con su lectura.
Silvia María Hoyos ha publicado un libro bellísimo, aunque trastornador. Con la disculpa de averiguarle a Pablo Escobar porqué, según ella, mandó matar a su tío, el procurador Carlos Mauro Hoyos, publica unas cartas íntimas que se cruzó con el capo de capos. Allí, en esas cinco carticas, está radiografiado el otro Pablo, ese que todos creíamos que no era un ser humano.
Por supuesto, ella no nos muestra cómo le pregunta a Pablo por Carlos Mauro, ni Pablo le contesta por lo que el lector no puede verificar si ella le ha preguntado. Pero sobre ese pretexto construye un relato extraordinario, de maravilla, que debe avergonzar en lo profundo a quienes, sabiendo mucho más de esa muerte atroz, tuvieron que quedarse callados.
Al mismo tiempo, en el territorio paisa, Fernando Vallejo saca otra de sus novelas familiares, igual que Jairo Osorio la de su familia de la Antioquia amoral y, lo que es más increíble, la UPB les publica a Emilio Restrepo y Memo Ángel sendas novelas policiacas con sus detectives de mentiritas pero de verdad, Rambert y Torrado. Esa es Antioquia, Pablo. Antioquia, la de Carrasquilla… y la suya.
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