El Jodario

Gustavo Alvarez Gardeazábal

Algo muy grave tiene que haber pasado en la genética de la ciudad de Cali para que haya dejado juntar todos los males y ante la crisis que vive, no resulte quién enarbole las banderas de la solución.

En este momento, Cali no tiene agua para surtir debidamente a sus más de 2 millones de habitantes. El racionamiento se cumple en silencio en el 30% del casco urbano y amenaza con martirizar al otro 70%, porque las aguas del río Cauca cada vez están más contaminadas y hay que gastar más tiempo y plata en tratarlas. Y todos tranquilos, nadie protesta.

En este momento, también en Cali, hubo de cerrarse el servicio al público del Hospital Universitario del Valle, donde otrora se forjaron los mejores médicos del país, incluyendo al alcalde actual, el médico Rodrigo Guerrero, y todos tranquilos, nadie protesta.

Pero también hubo de cerrarse la Clínica Rafael Uribe, de la Universidad Libre, y entre las camas que dejan de prestar servicio en una y otra suman casi 1.400, lo que sería una crisis gravísima que por lo menos al alcalde médico debía preocuparle. Pero nada, todos tranquilos. Nadie protesta.

Sin agua y sin asistencia médica, con las calles congestionadas de una manera inverosímil y con la amenaza de que subirán las tarifas de energía mucho más de lo que han subido en el último año, todos tranquilos, porque Cali escoge nuevo alcalde entre tres candidatos que no dan pie con bola por inhábiles física y mentalmente, por ignorantes en materia de administración pública y, lo que es peor, porque ninguno se atreve a decir para dónde va esa ciudad. Pobre Cali.

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