Por P. Héctor De los Rios L.
Vida Nueva
Domingo vigesimo quinto del tiempo ordinario
San Marcos 9,29-36: «El que me acoge a Mí… acoge al que me ha envido» .
En el mensaje del libro de la Sabiduría, el autor sagrado pone en boca de «los impíos» toda una concepción de la vida. Desde el comienzo del capítulo 2 en adelante expresan una mentalidad hedonista de la vida. Liberarse es para ellos alejarse de toda preocupación que pueda poner freno a los placeres de la vida. En esa situación, la sola presencia del «justo» se les hace insufrible y ponen a prueba su fidelidad. El texto que indudablemente se refiere a la experiencia de los judíos fieles de Alejandría ha sido aplicado a la Pasión de Cristo, «El justo», piedra de choque de sus contemporáneos.
Los versículos de la Carta de Santiago hay que encuadrarlos dentro de uno de los temas fundamentales que aborda en su escrito: la fe sin obras es una fe estéril. Estas recomendaciones de Santiago a las primeras comunidades cristianas, por una parte, nos obligan a desmitificar el concepto excesivamente «puro» que de las mismas nos hemos ido forjando, y por otra parte, sugieren una reflexión a fondo para corregir las actitudes y posturas que son causa de toda clase de maldad. Todavía se tiene del Evangelio una idea excesivamente casuística y moralizante, cuando la conversión que exige el Evangelio debe llevar a una transformación mucho más radical de la persona humana. En este sentido la interpretación Paulina enlaza con la de Santiago. Un cambio de actitud que no se manifiesta en obras es estéril.
Si Santiago en su carta advierte acerca de la codicia, en, el Evangelio de hoy se alaba la humildad como su alternativa cristiana. La ocasión era una disputa entre los discípulos sobre su futuro prestigio y liderazgo, y esta preocupación es una forma de avaricia.
Jesús no menciona la humildad, pero transmite su doctrina sobre «qué es ser importante»", que ausencia de codicia no es sobre actos externos, sobre hacer grandes o pequeñas cosas, sobre ser o" no ser un líder. Todo esto es secundario.
Humildad es sobre la actitud interior con la cual hacemos las cosas, cumplimos nuestro rol o actuamos como líderes. Esta actitud interior de humildad -sintiendo que somos realmente los últimos; no tomándonos a nosotros mismos demasiado seriamente, sabiendo que tenemos mucho que aprender y que recibir- es simbolizada por un niño.
Esta es la razón por la cual un niño es introducido en la última parte del Evangelio. Es como si Jesús dijera: «miren dentro del alma de los niños, y ahí van a encontrar los rasgos de humildad que deben buscar». ¿Cuáles rasgos? Abrirnos para recibir de otros; sentido de nuestras limitaciones; sentido de que no somos perfectos, pero que debemos buscar continuamente el ir creciendo en la fe. El paralelismo entre la niñez y la humildad puede ser realizado por cada uno de nosotros.
Preguntas para meditar durante la semana:
1. ¿Cómo intentamos nosotros hacer la salvación en el mundo? ¿Con el poder que oprime o con el servicio que libera? ¿Marginando al que nos inquieta o aceptando al que nos dice la verdad? ¿Implantando un orden o sembrando la paz que es fruto de la justicia?.
2. ¿En qué áreas de mi vida soy codicioso?
3. ¿Cuál es mi más fuerte manifestación de orgullo?