El Jodario

Por Gustavo Álvarez Gardeazábal

Desafortunada, equivocada y muy peligrosa la actitud inmediatista del expresidente Álvaro Uribe al oponerse de manera precipitada al acuerdo sobre la justicia especial.

Si tuvieran él y sus consejeros un poco de memoria, bien habrían podido aprovechar para comparar lo que en su gobierno impusieron con los paramilitares en Ralito y dar el margen de espera que todo ser racional daría en este caso.

Alimentar con una negativa rotunda, dramática y para muchos colombianos estúpida, el fogón de la venganza y la posibilidad de la guerra como única solución, es terquedad, es haberse extirpado el olfato político y, sobre todo, no saber perder.

La imagen que ha dado el expresidente Uribe desde una hora después del evento de La Habana va en contravía del sentimiento universal y, en especial, del deseo que en el fondo todos tenemos (hasta las víctimas de las Farc) de que esto se arregle, así haya que tragarse los sapos.

Uribe insiste peligrosamente en que nada sirve en ese proceso. Ni siquiera su parecido al de Justicia y Paz que él realizó y que le criticaron tanto. Peligroso no porque el país pueda irse a la guerra mañana detrás del nuevo Hamelin, no, es porque Uribe ha suicidado a sus candidatos a alcaldes, gobernadores, diputados y concejales y con esa actitud está matando una oposición que se requiere.

La angustia que hoy sufren esos candidatos de salir a defender la posición extrema e irracional de su jefe los está ahogando y el 25 de octubre les tocará medir hasta dónde llegó el daño infringido a sus propias huestes. Les quitaron la banderita con la que peleaban y se quedaron apenas con el palito. Así no ganan.

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