Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.


Del latín “integrālis” es lo global, lo total; la suma de las partes de un todo en que ninguna es esencial de manera que el todo puede subsistir sin ella; pero  lo que no puede hacer sólo con una o incluso con varias. Por ejemplo, una ciudad sin ciudadanos no pasa de ser un sitio arqueológico o un pueblo fantasma, y los ciudadanos sólo lo son de verdad en las ciudades, y ya ni siquiera pueden volver a vivir en el campo pues no cabrían. Es lo que no entienden en Cali, en donde hoy trata de vivir (mal) mucho mas de la mitad de la población del valle del río Cauca.

La ciudad es un todo que incluye ciudadanos: mujeres, hombres, niños, adolecentes, adultos y ancianos; espacio urbano público como andenes, calles, avenidas, plazas y parques; transporte como trenes, buses, taxis, carros particulares, motos, y bicicletas; servicios públicos como energía, agua, alcantarillado, basuras y telecomunicaciones; y equipamiento urbano para educación, salud, cultura, deporte y recreación; además de edificios para la vivienda y el trabajo.

No entienden que no puede prescindir de ninguno de estos aspectos sin que se vea comprometida toda la ciudad, y que todos tienen que ver de una manera u otra con los demás. En Cali no se ha entendido que cada vez habrá mas ancianos, ni la importancia de contar con andenes adecuados y recuperar el ferrocarril; el agua se esta acabando, los hospitales públicos colapsan, se hacen viviendas de (des) interés social lejos de los sitios de trabajo y se toleran centenares de lotes en medio del casco urbano.

Tampoco comprenden que, por ejemplo, el “trancón del sur” no se resuelve con una sola medida sino con varias y simultaneas: orden en su trazado vial, en el diseño de las vías, tanto calzadas como andenes, en su señalización, demarcación y uso, en la semaforización, en el comportamiento de los automovilistas, motociclistas y ciclistas, en el transporte público, en los horarios de los centros para la educación y por supuesto en el uso del suelo urbano, como se propuso en la columna ¿Ciudad) de El País del 17/09/2015.

Nunca entienden que la seguridad no es sólo un asunto de mas policía sino igualmente una mejor; ni que la movilización de los ciudadanos empieza por mejores andenes. Que el trasporte masivo solo es posible con trenes, que hay que disminuir el numero de carros particulares y aumentar el de las bicicletas. Que es necesario consumir menos agua y no sólo hacer mas embalses, y que es mejor pensar en varios que a la vez sean parques. Que son precisos mas parques de barrio y utilizar los cerros como zona verde. Que es mejor que el estado haga viviendas para alquilar para garantizar la movilidad urbana de sus ocupantes.

Y menos aun se comprende que en las ciudades no queda mas remedio que ver su arquitectura y que para poder mirarla hace falta un poco de historia. Que es omnipresente al contrario de otras manifestaciones artísticas como las artes plásticas, la música y la literatura que cada uno puede seleccionar como quiera y cuando quiera. Aquí no es evidente su importancia primordial en la cultura, por lo que debería ser del interés de los que pretenden orientarlas, pero igualmente de todos los que habitan en ellas.