Por P. Héctor De los Ríos L.
Vida Nueva
Domingo vigesimoséptimo del tiempo ordinario
San Marcos 10, 1-16: «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre»
El tema litúrgico de hoy es la naturaleza religiosa del matrimonio. La primera lectura, sacada del relato bíblico de la creación del hombre y la mujer, presenta, por medio de parábolas e imágenes, la creación del hombre simultánea a la creación del matrimonio.
Ambos tienen la misma fuente: el Dios de Vida. Ambos tienen la misma meta: comunicar vida. Si Dios es la fuente de toda vida, el matrimonio, también al dar vida a nuevos hijos, tiene que ver con Dios; tiene una naturaleza religiosa.
Este texto de la Carta de los Hebreos subraya una de las consecuencias más importantes e inspiradoras de la encarnación y redención: Jesús se convierte en nuestro hermano. Siendo nuestro hermano, El es también nuestro amigo. Nosotros nos convertimos en hijos de Dios; como El es Hijo de Dios porque compartió nuestra naturaleza humana, así nosotros podemos compartir su naturaleza divina.
En el Evangelio Jesús subraya nuevamente la naturaleza religiosa del matrimonio. Eso es, el matrimonio no es sólo una institución sociológica, o algo privado entre el hombre y la mujer (como vemos hoy en muchos casos). El matrimonio es compartir el poder de Dios de comunicar vida a otros; por lo tanto tiene una naturaleza religiosa.
Jesús recuerda la doctrina Bíblica de la creación del hombre, la mujer y el matrimonio (como se establece en la primera lectura), para enfatizar esta idea.
Más aún, Jesús insiste en este texto sobre la fidelidad al matrimonio, explícitamente prohibiendo el divorcio. La fidelidad es una cualidad bien conocida en el matrimonio cristiano y, ciertamente, en cualquier matrimonio realmente humano. Hay muchas razones para mantener el principio de inseparabilidad en el matrimonio; sólo recordemos una o dos.
Primeramente, está en la naturaleza del amor el ser fiel y verdadero el uno al otro, y permanentemente. El hombre y la mujer son los únicos seres en la tierra que pueden comprometerse para siempre. En esto son también imagen de Dios.
Segundo, la fidelidad permanente en el matrimonio es la única respuesta para mantener su estabilidad como institución, tan esencial para la formación de los hijos. Por eso, no sólo la enseñanza de Jesús, sino la experiencia humana confirma los valores religiosos del matrimonio. Es por eso que el matrimonio es un sacramento.
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. Renueva, en tu oración, tus compromisos cristianos del matrimonio.
2. ¿Considero que el matrimonio es un asunto privado, o asunto de Dios?