El Jodario
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
Este país tiene memoria de gallina. Si recordara por estos días lo que sucedió con el texto definitivo de la Constitución aprobada el 4 de julio de 1991, cuando el vocero del gobierno Gaviria en la Asamblea Constituyente y su director de orquesta era Humberto de la Calle, no estarían armando el alboroto que han creado porque el famoso texto que dijeron haber firmado en La Habana no existía completo y apenas lo andan redactando.
Cuando De la Calle tomaba parte activa en la redacción final de la Carta del 91, el texto tampoco estuvo listo aun cuando los presidentes de la Constituyente, Serpa, Navarro Wolff y Álvaro Gómez ya habían estampado su firma delante los millones de colombianos que emocionados veíamos como el país se abría paso hacia la paz luego de firmarla con el M-19.
Primero, De la Calle impuso una comisión de fe de erratas y después un “Congresito” que estuvieron no sé cuántos días haciéndole dizque correcciones al estilo o a la profundidad de lo que debía haber sido muy preciso.
Aunque algunos constituyentes me juran y rejuran que nada cambiaron allí, otros me aseguran que la habilidad de De la Calle quedó plasmada no en la manera como dirigió los debates y sugirió la temática gavirista que finalmente dominó en la nueva Constitución, sino en los hilos que movió para remendar el estilo del documento.
Verlo ahora, 26 años después, firmando el documento con un asterisco de “en trámite” es muy propio de De la Calle, grecoquimbaya de retruécanos y grandilocuencias. No lo critiquemos. Alistémonos para cuando terminen de redactarlo saber de cual tamaño es el sapo que debemos tragarnos.