Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.


Lo general, del latín “generālis”, es lo común a todos los individuos que constituyen un todo, o a muchos objetos, aunque sean de naturaleza diferente, y por lo tanto, lo mas común, frecuente y usual. E integra la suma de las partes aunque ninguna sea esencial de manera que puede subsistir sin ella pero lo que no puede hacer sólo con una de ellas o incluso con varias, concepto este, el de “integrar”, poco generalizado en esta ciudad en particular, pese a lo tan desintegrada que está.

El problema de fondo en Cali es que lo general no existe o tiene tantas excepciones que deja de ser tal. Sus problemas se ven como puntuales y por lo tanto sus soluciones lo mismo. Y por eso priman los falsos caudillos y no los políticos con ideas generales, los expertos descontextualizados y que lo son sólo por que lo proclaman sin demostrarlo y los planes que no lo son porque justamente no lo son a partir de unas generalidades, además pocas y pertinentes.

En lo urbano no se considera el área metropolitana de la ciudad, y por lo tanto no puede haber un verdadero plan general de ordenamiento para sus  partes, sectores, barrios, manzanas y calles, indicando su uso, restricciones, ocupación del lote y altura del edificio, ni las normas generales, pues la normativa que existe está repleta de excepciones y contradicciones, además de que no se cumple; pues lo que si esta generalizado en esta ciudad es que todo el mundo hace lo que le viene en gana.

En el asunto de la movilidad de los ciudadanos no se cuenta con un plan general  vial, ni un sistema de transporte público e integrado, y por tanto todas las “soluciones” son puntuales, además de que cada conductor tiene que interpretar la señalización y demarcación de las vías como pueda, pues no son claras e incluso contradictorias y por lo tanto peligrosas. En lugar de normas generales para poder conducir de cualquier parte a cualquier otra, cada conductor tiene que ”descubrir” su ruta en cada caso, lo que además alienta el actual encargado del tránsito.

En lo arquitectónico no se consideran unas determinantes generales en tanto emplazamiento, uso, construcción, forma y manejo del proyecto, para lograr una arquitectura para el lugar, sino normas inconexas  u obsoletas o extremas, que llevan a intentos descontextualizados, puntuales e individualistas y falsamente creativos u originales, que no aportan mejores partes de la ciudad sino que la destruyen, incluyendo la demolición de su patrimonio construido.

En su gestión los funcionarios no cuentan con programas a largo plazo derivados de verdaderos planes de ordenamiento, si no que operan a partir de los compromisos con los contratistas que financian las candidaturas de alcaldes y concejales. Tampoco suelen contar con la preparación y experiencia adecuadas y poco recurren al conocimiento de académicos reconocidos por su producción intelectual publicada, los que en general prefiere quedarse en su cómoda “torre de marfil”.

En la política lo general, que es justamente lo que aglutina un partido tradicional, es que se ha mantenido el viejo clientelismo, el que ahora, con la inútil prohibición de las drogas, derivó en un comportamiento mafioso, ese sí lamentablemente generalizado. En conclusión, la única salida es el voto en blanco, el que aunque pierda, aglutina un inconformidad general, compromete la financiación de la política como un negocio y deja cuestionados a los que ganen mejorando su gestión.