Aunque mi nombre sea extranjero, nací en Cali y he vivido toda mi vida en esta ciudad. Crecí en el barrio San Fernando y soy más caleño que el pandebono. Estudié en un colegio público y me crié en una familia de clase media; éramos cinco hermanos y nunca nos faltó nada, pero vivíamos al día; y al igual que muchos caleños más, nos tocaba compartirlo todo.

Soy más caleño que el pandebono

Fue allí, en el seno de mi hogar, donde aprendí a compartir y por eso lo que tengo lo comparto con las personas con las que trabajo en las empresas que he fundado.

De mi padre y mi madre adquirí el amor por el trabajo y la disciplina. A ella la recuerdo como una mujer siempre activa, pues trabajó y montó en bus hasta los 85 años. Era incansable. Tuvo un

negocio del que vivimos mis hermanos y yo después de la muerte de mi padre.

Luego de emprender y fracasar en muchos proyectos, tuve la oportunidad de trabajar como empleado en la Siderúrgica del Pacífico (Sidelpa). Allí aprendí cómo funcionaba el negocio

siderúrgico y tuve la oportunidad de asociarme para comprar una fundición que estaba en quiebra, la cual años después se convertiría en la Siderúrgica de Occidente (Sidoc).

En esta empresa vivimos días muy difíciles, con muchas deudas, pero gracias a un terreno que heredó mi esposa, mi cómplice de vida, pasé de ser su socio minoritario con el 10% de las acciones a tener el 50% de las mismas. Más tarde, ante la llegada de competidores extranjeros, mi socio perdió la fe en el negocio y se retiró. Yo persistí, comprometido con el equipo humano de la fábrica.

Tuve la oportunidad de trabajar como empleado en la Siderúrgica del Pacífico (Sidelpa)

Y gracias a ellos hoy somos una de las compañías más exitosas de Colombia.

Una empresa no es de sus dueños sino de quienes trabajan en ella y contribuyen a la generación de riqueza. Es de la mano de su gente que un líder puede sacar adelante la más difícil de las causas, siempre y cuando el equipo esté motivado, empoderado y bien retribuido. Por esa razón es que cada 90 días distribuimos las utilidades de Sidoc con nuestros colaboradores, en igualdad de proporciones, sin importar el cargo. Creo que la plata se debe hacer como capitalistas para luego gastárnosla como socialistas. Cuando un equipo quiere a su jefe y lo admira, con seguridad lo acompañará y rodeará en todo lo que emprende. Es cuestión de entendimiento.

Siempre he dicho que no hay cosa a la que le tenga más miedo que a la falta de oficio. La gente necesita oportunidades para generar ingresos. De allí mi pasión por crear empresas. Por eso nos atrevimos a invertir en una cementera y crear un ingenio azucarero. La gente necesita empleo y oportunidades para surgir.

Soy un emprendedor con sentido social. Siempre he tenido el lema de “Trabaje Duro y Sea Buena Persona”. Tengo el convencimiento de que, en la medida en que uno comparte, la vida misma no sólo le devuelve, sino que incluso le multiplica.

He adelantado, en compañía de mis hijas, quienes comparten mi visión de ciudad, procesos sociales en diferentes sectores. Como por ejemplo el programa ‘Siloé Visible’, donde hemos promovido un modelo de intervención integral en zonas marginadas a partir de la transformación de espacios físicos, la promoción de la convivencia y el desarrollo del potencial de las personas a través de la cultura, el arte, el deporte y la orientación en emprendimiento.

El programa ‘Siloé Visible’, donde hemos promovido un modelo de intervención integral en zonas marginadas a partir de la transformación de espacios físicos

Siempre me he sentido atraído por las causas sociales y aportar lo que esté a mi alcance para apoyarlas. El compromiso de acero con lo nuestro, más que un eslogan, es un hecho. Así lo demuestra buena parte del acero y el hierro que entregué para la construcción de obras como el Hospital Siglo XXI de Siloé y el Centro Tecnológico Somos Pacifico de Potrero Grande, entre otros.

Muchas veces he pensado que si a través de una fundación y con el esfuerzo de mis hijas hemos logrado promover cambios en barrios marginales, podría generar muchos más como alcalde. Como miles de colombianos, también he sido víctima de la violencia y en esos momentos críticos me he preguntado qué he hecho para sufrir dos secuestros, una pregunta que nos involucra a todos: ¿qué hemos hecho mal como sociedad para generar tanta violencia?

Pero esos momentos no han pasado en vano, pues también he aprendido que la tolerancia nos acerca a la vida y nos aleja de lo que más nos destruye: la violencia. Y que más que olvidar, el perdón es lo único que nos permite cambiar la forma de ver el pasado y reconstruir con sanación emocional el presente.

La historia de mi vida me ha permitido desarrollar un sentido social por la reconciliación y un compromiso con el progreso colectivo de la ciudad y sus ciudadanos. Esa es mi carta de presentación.

A mis 70 años he decidido ser alcalde de Cali porque creo que esa es mi obligación moral: devolverle a nuestra ciudad todo lo bueno que nos ha dado, traducido en vocación de servicio, capacidad de trabajo, de innovación y de ejecución. ¡Vamos todos a crear la Cali que queremos!