El Jodario

Por Gustavo Álvarez Gardeazábal

Este país no quiere cambiar y cuando cambia, los que deben mostrarlo se niegan a hacerlo. Sufrimos la revolución más importante de América Latina, la del narcotráfico, donde se modificaron estructuras sociales, económicas, culturales, morales, terrígenas, etc., y no la admitimos porque dizque no hubo un Napoleón que la imprimiera o un filósofo que la condujera.

Ahora, después de las elecciones del 25-10 las estadísticas numéricas son las únicas que parecen interesarle a políticos, medios y gobernantes, cuando esa no es la realidad del país. Esas son estadísticas chimbas.

Lo importante ahora no son los partidos. Son los contratistas. Son quienes sostienen la democracia tarifada que terminamos por aceptar, y que seguirá siendo tan clandestina como lo fue en su momento la coca, mientras no se identifiquen plenamente los dueños del nuevo poder.

De qué sirve saber que la U sacó 258 alcaldes o que los liberales tienen 98 diputados y que Cambio Radical aumentó a 5 sus gobernaciones si esos elegidos, más los de casi todos los otros partidos, ya no obedecen a estructuras partidistas, se visten con ellas, pero piensan, actúan decretan y organizan el desarrollo de acuerdo a las conveniencias económicas de los contratistas.

Las campañas se pudieron hacer no porque las financiaran los bancos con préstamos ni el estado con sus aportes anticipados. Se hicieron porque los contratistas las financiaron a riesgo y por un porcentaje sobre futuras adjudicaciones a dedo de obras en sus entes territoriales.

No se equivoquen haciendo cuentas numéricas. Hagan estadísticas de quienes son los financiadores. En esta Colombia de hoy es la plata la que manda, no el letrero.

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