El ridículoEl JodarioPor Gustavo Álvarez GardeazábalPena ajena sufrieron los que acudieron al debate de los alcaldes de Bogotá, Medellín y Cali en el Congreso de Infraestructura la semana pasada en Cartagena cuando Maurice Armitage, el pomposo alcalde la capital del Valle, en vez de presentar el urgente plan de obras para Cali prefirió ponerse a chillar otra vez, con lágrimas abundantes.Usando un método que algún manejador de imagen le aconsejó, Armitage se escapó durante la campaña de los debates fundamentales sobre Cali, poniéndose a llorar. En lo de Infraestructura repitió la dosis y el asombro de los 3 mil poderosos sentados allí, se volvió pena ajena cuando se dieron cuenta que el llanto no era por sentimiento sino para ocultar su ignorancia.Armitage es un caso especial de la vida política actual. A los 70 años,dueño de bienes de fortuna como un ingenio azucarero y una poderosa siderúrgica, se le midió al berenjenal de la política acostumbrado a no tener jefe, no oír consejos y hacer lo que le dé la gana así no sepa nada de gobernar.A Cali le puede ir muy bien con él. Individuos con ese perfil tienen una suerte loca y a veces la sacan del estadio. Pero después de lo de Cartagena, están corriendo riesgos la ciudad y el propio Armitage.La administración pública está llena de vericuetos y no saber nada, pero nada de ella y demostrarlo en público, es confundir la alcaldía con una tienda de barrio.Todos tenemos que darle un margen para que actúe, que nombre un gabinete que le compense sus mayúsculas falencias, pero que deje de llorar, así no consigue sino el ridículo@eljodario eljodario@gmail.com