TuluafagastaEl JodarioPor Gustavo Álvarez GardeazábalLlegó diciembre y empezaron a llegar los de las diásporas al aeropuerto Palmaseca de Cali, (según estudios de Garay el 65 % de los colombianos del exilio provienen del occidente de la nación). La congestión no tiene nombre porque al retornante le esperan buses de vecinos y familiares, papayeras, mariachis, pancartas, bombas de mil colores, serpentinas y estruendos.Lamentablemente por un imperdonable error de los hermanos Lenis (El de Aerocali y el de Aerocivil) las obras de remodelación y ampliación de este terminal fueron programadas para que se cruzaran todas en plena temporada del regreso de la diáspora y entonces no hay donde parquear, no hay sombrita porque mocharon todos los árboles y solo está el cariño de quienes reciben a sus retornados.Esta vez llegan por avionados los que vienen de Chile. No sé cuántos miles de vallecaucanos se fueron para Chile. Los de Tuluá, que son demasiados, se han concentrado en Antofagasta, en el norte de ese país, hasta el punto de que ya se habla con humor de quienes viven en Tuluafagasta.Allá hacen lo que saben hacer los tulueños. Trabajar como mulas en las minas, vender mercancías en los andenes, subir y bajar a Bolivia a traer periquito, combinarlo con talco y revenderlo, prestar plata al pagadiario y todo ese poco de cosas más que nos hacen peligrosamente distinguibles en cualquier parte del mundo.A los Lenis ni a la Aerocivil ni a Aerocali les van a decir nada por la falta de planificación. En cambio quienes regresan tienen mucho que contarnos a los que nos hemos quedado acá.@eljodario.comeljodario@gmail.com